Setenta y una personas, de las cuales 50 niños que iban de
vacaciones a España, murieron en el choque de dos aviones en la
noche del lunes al martes, sobre el lago Constanza, al sur de
Alemania.
Un Tupolev 154, perteneciente a la compañía Bashkirian Airlines,
con 69 rusos a bordo, proveniente de Moscú y con destino a
Barcelona, entró en colisión con un Boeing 757 de carga. Según el
Servicio ruso de la aviación civil, citado por Interfax, cincuenta
niños originarios de la república de Bajkortostán (Ural), que iban
de vacaciones a Salou, y 7 adultos figuraban entre los pasajeros
del avión ruso. Un balance anterior de víctimas daba cuenta de
cincuenta adultos y ocho niños.
El Boeing, fletado por DHL Aviation Bahrein, venía de Bergamo,
al norte de Italia, y volaba con destino a Bruselas. A su bordo
había un piloto y un co-piloto. El ministro de Transportes del
Estado regional de Bade-Wurtemberg (donde se produjo el accidente),
Ulrich Mueller, precisó que el Boeing no transportaba productos
peligrosos.
La colisión de los dos aviones debió producirse a 11.000 metros
de altura, hacia las 23H43 locales (21h43 GMT) cerca de Owingen, no
lejos de Ueberlingen (sur), sobre el lago de Constanza, según la
policía alemana. Ulrich Mueller hizo recaer la responsabilidad del
accidente sobre el piloto del avión ruso, que «habría cometido una
falta«. Citando informaciones recogidas ante la dirección aérea
suiza, encargada de controlar esta porción del territorio alemán,
Mueller declaró que un controlador aéreo suizo habría llamado en
vano al piloto del Tupolev 154 para que volara más bajo.
El piloto del Boeing 757 también fue informado que el Tupollev
volaba a la misma altura que él y habría tratado en vano de evitar
el otro aparato, agregó Mueller. El jefe de operaciones aéreas de
Skyguide, compañía encargada de la navegación aérea en Suiza, con
sede en Ginebra, Carlo Bernasconi, consultado por teléfono por la
AFP, declaró «no poder confirmar o desmentir esta información«,
señalando que la investigación se está llevando a cabo y que la
caja negra del Tupolev fue encontrada, pero no la del Boeing.
En el lugar del accidente, restos de los pasajeros y trozos de
los aviones están esparcidos en un perímetro de treinta kilómetros.
Los mayores daños en tierra se limitan sin embargo a un perímetros
de seis kilómetros. Según las primeras informaciones, nadie fue
alcanzado en tierra por los restos caídos del cielo. Por el
momento, once cadáveres han sido ubicados. Un incendio se produjo
en una escuela, una granja y varias casas, pero fue controlado.
Varios cientos de policías y bomberos fueron enviados al lugar.
Según testigos, se vio en el cielo dos bolas de fuego y se escuchó
una explosión. «De repente, el cielo se aclaró completamente. Todo
estaba claro como cuando algo arde«, declaró Klaus Barinka, capitán
de un transbordador en el lago Constanza.
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