Uno de los aspectos más dramáticos del crimen de la calle Socorro
es que la agresión mortal del hermano mayor al pequeño se produjo
en presencia de sus tres sobrinos, de corta edad, y que quedaron
terriblemente impactos. En el segundo piso vivían al menos siete
miembros de la misma familia, que pagaban 540 euros al mes en
concepto de alquiler y que prácticamente no se relacionaban con los
vecinos. De hecho, el resto de residentes consultados ayer por este
periódico coincidió en su versión: «El muerto llevaba poco tiempo
por aquí y como no hablaba español, pues no nos hacíamos».
En el rellano de la finca y la escalera se apreciaban gotas de
sangre procedentes de la víctima, que bajó agonizando a la calle,
pero Bao Li no murió ni muchos menos desangrado. La puñalada le
alcanzó en el costado y parece ser que le destrozó uno de los
pulmones, por lo que pasó media hora entre la vida y la muerte,
antes de perecer.
Un basurero del barrio que se encontró con el asiático tendido
sobre la acera cuando realizaba su recorrido diario contó que «se
veía claramente que ese hombre estaba moribundo, aunque había muy
poca sangre». En las tres horas que se prolongó la inspección
ocular, y que por tanto la calle permaneció acordonada y el cadáver
tapado por una manta térmica, numerosos vecinos siguieron las
labores policiales desde sus casas o frente a la cinta policial que
impedía el paso: «Aquí en el 'barrio' siempre pasa algo, somos unos
buenos clientes de la sección de sucesos», ironizó un hombre de
edad, que añadió que no conocía «de nada» al ciudadano asiático
apuñalado. Otra de las vecinas denunció que «no creo que esa gente
-refiriéndose a la familia china- estuviera metida en temas de
droga, porque el control de la heroína la llevan varios clanes
gitanos que todo el mundo conoce».
En este sentido, las fuentes consultadas indicaron que, en
principio, tanto el agresor como la víctima carecían de
antecedentes, aunque al parecer su situación en España no cumplía
con todos los requisitos para ser legal. El hermano mayor y el
pequeño se ganaban la vida trabajando en el ramo de la construcción
y aparentemente no pasaban estrecheces, aunque tampoco nadaban en
la abundancia.
La noticia del apuñalamiento mortal corrió como un reguero de
pólvora entre los vecinos del 'barrio' y del casco antiguo de Palma
y muchos de ellos, de la calle Ballester, Vidrio o Santanyí, se
acercaron al número 13 de Socorro para conocer más detalles de lo
ocurrido. Una adolescente, que empujaba el carrito de un bebé,
exclamó: «Me he llevado un susto tremendo, porque al principio he
pensado que habían matado a 'El Chino', que es un colega mío».
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