Alberto López Rodríguez, el joven que cometió el primer crimen que
se produjo el año pasado en Palma, se sentó ayer en el banquillo
por el asesinato de su novia, Sandra Martínez, de 22 años de edad,
que murió al ser estrangulada con la funda de una almohada y
golpeada en la cabeza con una maza de albañil. El joven, que era
consumidor de drogas, al igual que su compañera, con quien
compartía desde hacia unos meses una vivienda cerca de Cala Gamba,
en el Coll den Rabassa, fue encontrado el día 3 de enero por su
madre tumbado en su habitación, donde había defecado.
La víctima yacía muerta en la sala de la vivienda. El crimen se
había cometido el día antes, después de varios días en los que la
pareja, según contó el acusado, consumieron droga, tranquilizantes
y alcohol. El acusado explicó que días antes habían comido en casa
de sus padres. No tenían dinero. «Robé cien mil pesetas de la caja
fuerte de mis padres». El dinero lo gastaron con rapidez. Al día
siguiente, según él, aprovechando que sus padres se habían marchado
de viaje, «Sandra me dijo que volviera y cogiera más dinero. Robé
750 mil pesetas».
La mayor parte del dinero lo utilizaron para comprar de nuevo
droga. Sin embargo, fue el día 2, después de consumir entre los dos
unos diez gramos de cocaína, mezclada con alcohol, cuando «comencé
a sentir remordimientos. Me encontraba muy mal. Sé que no tengo
perdón de Dios, porque había robado a mis padres, que me habían
ayudado a salir de las drogas».
Según Alberto, a su novia sólo le preocupaba que fuera a comprar
unas herramientas para simular un robo en casa de sus padres.
«Cuando llegué a casa le dije a Sandra que quería terminar con este
tipo de vida y que deseaba suicidarme. Ella se rió de mí, volvió a
hablarme de dinero y me dijo que no tenía huevos para quitarme la
vida». El acusado, defendido por el letrado Eduardo Valdivia,
sostuvo que en aquel momento su único deseo era escuchar que su
novia le dijera «no te mates, pero sólo me hablaba del dinero, que
no era más que un payaso, que me suicidara, pero que a ella la
dejara en paz».
Alberto, pese a que mantuvo que quería a Sandra «con toda mi
alma», al escuchar esas frases «descargé toda mi ira sobre ella».
Primero la estranguló con la funda de una almohada y después le
golpeó con una maza de albañil en la cabeza. Cuando se dio cuenta
que la mujer estaba muerta, según narró ayer el acusado, escribió
una nota a sus padres explicándoles lo ocurrido y las causas por
las que se suicidaba. Tenía la obsesión de matarse lanzándose a sa
Riera.
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