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JAVIER JIMÉNEZ-GUILLEM PICÓ
Ana V.G. llegó al puerto minutos antes de las ocho de la mañana de ayer, en el buque Fortuny, procedente de Barcelona. Portaba sólo una bolsa de playa y trataba de pasar desapercibida, pero al comprobar que la Guardia Civil estaba efectuando controles aleatorios entre los pasajeros perdió la templanza, y sin saberlo fue provocando su detención.

En un primer momento, según informaron ayer en fuentes de la Oficina Periférica de Comunicación (OPC) de la Guardia Civil de Palma, la mujer de 70 años intentó evadir el control. Los agentes, en ese instante, repararon en ella y se acercaron para preguntarle si se encontraba bien. Ana contestó de forma incoherente, sin mirar a la cara a los funcionarios y quedó «bloqueada» al pensar que estaba a punto de ser desenmascarada. Fue entonces cuando los especialistas antidroga la apartaron del resto de pasajeros y registraron sus ropas y su escaso equipaje.

En el interior de la bolsa de playa que portaba encontraron prendas íntimas y, entre ellas, una bolsa de tostadas, de la marca «Silueta». Al sopesarlo, les llamó la atención el peso, inusual para tratarse de pan, y decidieron abrirlo. En su interior se encontraron dos bolsas herméticas de plástico transparente, que contenían trozos compactos y amorfos de una sustancia blanca. Los análisis posteriores con el «Drogatex NIK», un aparato de detección rápida, permitieron confirmar que se trataba de cocaína de gran pureza y los agentes, entonces, procedieron a la detención de Ana. La mujer, muy asustada, aseguró que no sabía nada del alijo, pero sus explicaciones no han convencido a los investigadores, que creen que la señora trabajaba para una banda de narcotraficantes a cambio de una determinada cantidad de dinero.

Las diligencias, ahora, han pasado al GIFA (Grupo de Investigación Fiscal y Antidroga), que deberá descubrir sus conexiones y concretar a quién iba dirigida la sustancia estupefaciente. Las fuentes de la Benemérita consultadas indicaron que utilizar ancianos para introducir droga por el puerto o el aeropuerto se trata de «un procedimiento habitual», sobre todo en países sudamericanos. En muchos casos, la persona de edad avanza por la salida de pasajeros con dos «cebos» delante y detrás: se trata de individuos de aspecto sospechoso que están compinchados con el «correo» de edad y su misión es despistar a los guardias civiles. Los agentes, normalmente, se deciden a registrar a estos últimos que no a una «respetable» señora de 70 u 80 años. Los «cebos», sin embargo, no llevan nada encima.

El alijo del Port de Palma no ha sido el único interceptado estos días en Ciutat. Un libro que fue enviado por conducto postal, y que cayó en manos de la Benemérita, contenía en su interior 400 gramos de cocaína. El libro constaba de tapas, pero en el interior estaba hueco. El destinatario era un individuo que se alojaba en un hostal de Palma y que, al comprobar que el envío había sido interceptado, decidió escapar. Los agentes del GIFA han abierto una investigación para dar con su paradero. Por su parte, el libro fue abierto en el juzgado de guardia, en presencia de la autoridad judicial.