La planta baja donde aparecieron los cuerpos está ubicada en la carretera vieja de Sineu confluencia con la calle Muntanya. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

TW
0

En la casa también vivía el nieto, Juan Antonio Romero Herrero, de 40. Todas las ventanas y puertas estaban cerradas a cal y canto, y cuando el familiar entró se encontró con un espectáculo dantesco: Antonio yacía sin vida en el sofá, Juan Antonio en la cocina y la abuela en el cuarto de baño. En el pasillo, un perro inerte, y no lejos de él otro agonizando. Aunque ya no se podía hacer nada por los tres familiares, en pocos minutos se puso en marcha un dispositivo de emergencia, y a la planta baja de la carretera vieja de Sineu confluencia con la calle Muntanya acudieron bomberos y efectivos del Cuerpo Nacional de Policía. Los sanitarios del 061 inspeccionaron los cuerpos y comprobaron que llevaban, al menos, un día y medio muertos. El Grupo de Homicidios se hizo cargo de las investigaciones y precintó la vivienda, para poder reconstruir lo ocurrido. De este análisis se desprende que Antonia, Antonio y su nieto inhalaron el monóxido de carbono durante la noche del martes al miércoles. La casa, de reducidas dimensiones, no tenía ventilación y sus moradores no repararon en el alternador de corriente, que los estaba envenenando poco a poco. En la vivienda no había electricidad, de ahí que los Oliver-Pujol la produjeran con el alternador. El aparato funcionaba por combustión, con gasolina, y el gas que emanó fue que el que desencadenó la tragedia. Ninguno de ellos pudo reaccionar y salir a la calle, pero la intoxicación tampoco les sorprendió durmiendo. Al menos en el caso de Antonia y su nieto, cuyos cuerpos estaban respectivamente en el cuarto de baño y en la cocina.

El juzgado de instrucción número 4 fue informado del triple óbito y su titular ordenó, a las 15.30 horas, el levantamiento de los cadáveres. Hoy por la mañana está previsto que se practiquen las autopsias, y de esta manera se podrá confirmar que la causa de la muerte fue la intoxicación por CO 2. Los fallecidos llevaban muchos años viviendo en Son Ferriol y eran una familia muy apreciada por sus vecinos. Por este motivo, la noticia del triple fallecimiento se propagó por la tarde como la pólvora en aquella barriada palmesana, y todos se mostraron consternados por la suerte que había corrido el matrimonio y su nieto. Lo que pocos sabían es que llevaban muertos desde el martes por la noche.