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Marisa Riestra es secretaria técnica de la Asociación de Mujeres Empresarias y la persona que el pasado día 20 fue rescatada en Camp de Mar. Ha escrito una carta en la que manifiesta su agradecimiento a todos los medios de comunicación. «Para empezar -escribe- les diré que tengo el corazón lleno de gratitud a los que intervinieron para poder salir con vida, a los Bomberos, a la Policía Local de Andratx, a los albañiles, primeros que avisaron a los equipos de emergencia, a los vecinos, amigos y familiares y sobre todo, a la persona que entró en el coche cuando estaba suspendido en el aire. A esta persona a la que no pude ver su rostro y que creo que es el sargento jefe de la Policía Local, don Juan Antonio Pomar». La mujer añade que «hoy, cuando las noticias se entremezclan entre la actitud cruel del género humano y el heroísmo callado de quien ante una situación límite lo da todo por ayudar y auxiliar a un semejante, ante una sociedad que parece sólo moverse por intereses materiales, esos actos heroicos llenan nuestros pulmones de oxígeno, nos hacen volver a creer en las personas y pensar que los héroes no están pasados de moda ni son producto de la fantasía. Existen y nos lo demuestran cada día». Marisa Riestra relata que su coche voló hacia el precipicio pero un cable lo sujetó, «al principio no supe que estaba en vertical, pero pronto me dí cuenta del grave peligro que corríamos Llamp y yo. Llamp es un simpático Collie de cinco años, que debido a la inclinación pasó de la parte trasera a estar frente a mí. Lo primero que oí tras el accidente fue el grito desgarrador de mi hija, embarazada de siete meses. Cogí el móvil y la llamé para que no se preocupara. Después desbloqueé todas las puertas y bajé el cristal de la ventanilla. A Llamp lo acomodé entre el volante y yo, y lo tranquilicé hablándole para que no se asustase y se quedara quieto». La mujer sigue su relato con la llegada de la policía: «Me tranquilizaron y se pusieron a trabajar. Oía cómo pasaban cuerdas y las ataban a un árbol, a una columna y sentí el crujido del cable... Me preparé por si el coche se caía, yo estaba sujeta al cinturón de seguridad. Noté que había mucha gente en el lugar. Ví a mi marido, a mi yerno... De improviso alguien entró por la puerta trasera. No le veía la cara, le oía y veía sus botas a la altura de mi cabeza. Me tranquilizó con sus palabras. El coche estaba ya sujeto pero iba a intentar sacarme por la parte de atrás, cosa que no era factible. Le pedí que sacara a Llamp, bromeamos con el policía y le dije al perro que que subiera poco a poco. Con un conocimiento casi humano fue trepando hasta el policía, que lo cogió y lo sacó. Después llegó la hora de la verdad. El policía me dijo que iban a tirar del coche para sacarme y que él se quedaba conmigo. Sus compañeros le advertían de que no era seguro que el vehículo aguantara tanto peso y yo le dije que saliera porque con uno que se mate ya hay bastante. Pero él insistió, me negué y le mandé que se fuera. Entonces, con un gesto que me proporcionó toda la fuerza del mundo, me dio la mano, quise darle un último mensaje para mi familia pero me respondió que no lo quería porque todo iba a salir bien... y salió bien». La mujer termina su carta con unas letras para el policía: «Amigo, cuando leas estas líneas te doy las gracias, mereces que reconozcan y recompensen tu heroísmo. Te la ibas a jugar por mí, una desconocida. Personas como tú son las que dan más esperanzas sobre el género humano. No todo está perdido y sois muchos. Yo he tenido el privilegio de conocerte».