El irlandés se encuentra en la cárcel de Palma a la espera de ser extraditado a su país.

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Collin no sólo no estaba muerto, sino que además era una persona con una vida social intensa. Trabajaba como camarero en Portals Nous, no se privaba de nada, y el viernes por la noche fue desenmascarado, después de mantener durante tres años una existencia ficticia. Una huella hábilmente rastreada por la Guardia Civil fue suficiente para determinar que su identidad era falsa y que, además, era el autor del asesinato de su esposa. Ahora le espera la extradición y ya en Irlanda se enfrentará a una pena de cadena perpetua.

En el año 2001 Collin, que ahora tiene 33 años, decidió acabar con la vida de su esposa, con la que llevaba poco tiempo casado. La estranguló hasta darle muerte y después puso en marcha una trama que le sirvió para pasar tres años en libertad: simuló su propia muerte. Para que todo saliera a la perfección se dirigió con su coche hasta un acantilado de las afueras de la ciudad de Dublín y a continuación despeñó el coche, que se hizo mil pedazos en el fondo del precipio. Sin perder un minuto escapó del país y eligió Mallorca como su próximo destino. Mientras tanto, la policía irlandesa descubrió el crimen de la señora y siguió la pista de su esposo, el principal encausado. Al poco tiempo encontraron su coche en aquellos acantilados y aunque no apareció su cuerpo Collin pasó a estar, oficialmente, muerto. El camarero, con su nueva filiación, pensaba que nunca rendiría cuentas ante la Justicia. Pero se equivocaba. Infravaloró la labor de la Benemérita y ese fue su gran error. Una huella desveló que no era la persona que decía ser y además reveló su secreto mejor guardado: que era un asesino huido. El viernes por la noche los agentes de la Policía Judicial procedieron a su detención y luego fue entregado en el juzgado de instrucción número 5, donde le informaron de los cargos contra él. Collin, tras este trámite, fue trasladado a la cárcel de Palma y en las próximas horas está previsto que sea extraditado a Irlanda, donde posiblemente pasará el resto de sus días entre rejas. El sueño mallorquín le duró tres años.