Las estadísticas son a menudo engañosas. Y cuando se refieren a
cifras sobre delincuencia mucho más. Ayer se supo que Escorca, con
sus 318 vecinos, aparece a la cabeza de la clasificación nacional
sobre infracciones penales o en grado de tentativa por número de
habitantes. La explicación es sencilla: durante 2003 el municipio
de la serra registró 260 delitos, lo que teniendo en cuenta su
escasa población supone una tasa dieciocho veces superior a la
media estatal.
La localidad, colindante con Pollença o Selva, entre otros
municipios, tiene una superficie de 140,32 kilómetros cuadrados, es
decir, casi el mismo tamaño que Calvià. La diferencia estriba en
los habitantes. Mientras que en Calvià residen casi 42.000
personas, en Escorca se contabilizan sólo 318 vecinos. En cambio,
cuenta con numerosos reclamos para los turistas, como el Torrent de
Pareis, sa Calobra, el monasterio de Lluc o unos miradores con
panorámicas únicas. Y ahí es justamente donde empieza el problema
que se refleja en las estadísticas. La afluencia de turistas es
masiva durante los meses de verano y, ya se sabe, cuando hay
aglomeraciones de personas suele haber también carteristas y
delincuentes menores al acecho, dispuestos a aprovechar la mínima
ocasión para hurtar al descuido. En un sólo día de junio, según
confirmaron ayer en fuentes policiales, los descuideros abrieron
hasta 12 coches estacionados en un tres miradores. En Palma o
Manacor esta circunstancia no tendría demasiada trascendencia, pero
en Escorca, con una densidad mínima de habitantes, tanto hurto y
robo hace saltar por los aires cualquier estadística. El municipio
sólo cuenta con dos policías locales y se apoya en la Guardia Civil
cuando acontece cualquier incidente. En este sentido, un portavoz
de la Comandancia palmesana declaró que «no se puede afirmar en
absoluto que Escorca es un pueblo con más delincuencia de la
habitual. Lo que ocurre es que hay muchos pequeños robos en
miradores, sobre todo en los coches aparcados de turistas». Antonio
Gómez, el alcalde de Escorca, declaró ayer tarde que «no creo que
esta estadística sea un buen termómetro. Nos visitan cada año un
millón de personas y es lógico que haya algunos hurtos. El problema
es que somos muy pocos habitantes censados, pero estoy seguro que
no hay más delitos que en otros pueblos con miradores».
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