Pedro Nadal, frente a su casa de Sant Llorenç, explicó cómo pasó las horas más críticas de su vida en el interior de la cavidad. Fotos: M.P./J.M.S.

TW
0

J.M.SASTRE/M.PUIGRÒS
En la mañana de ayer Pedro Nadal Cebey y su familia recibían la enhorabuena de todos los vecinos de Sant Llorenç que se cruzaban por la calle. Pedro explica lo que sucedió el martes, en lo que fue un capítulo de su vida que difícilmente olvidará.

-¿Qué tal, Pedro, cómo se encuentra?
-La verdad es que bastante bien. Sólo tuve miedo por los pies, que los tenía congelados, pero ahora ya estoy bien.

-¿Qué sucedió para que las cosas se torcieran?
- No tendríamos que haber entrado nunca seis personas de las que dos no tenían mucha experiencia y que además no nos conocíamos. Tengo un compañero con el que buceo siempre. Sé cómo reaccionará y él sabe lo que haré yo, esto es muy importante en submarinismo.

- ¿Qué pasó después?
- Nosotros no sabíamos lo que nos encontraríamos, pensábamos que sería una cueva enorme pero fue una trampa que nos pilló. Cuando estuvimos dentro no veíamos ni a un dedo de la careta y perdimos el rastro. Después me encontré con el cuerpo del compañero. Mi primera reacción fue quedarme a su lado pero lo perdí. Yo no sabía si los otros habían conseguido salir y si podrían avisar de que estábamos allí.

- ¿Qué cree que le salvó?
- La serenidad y que tenía ganas de seguir vivo un poco más. Te asustas, hubo un momento en que perdí toda la esperanza. Me quedaban diez o quince minutos de aire. Hacía apneas (suspender la respiración) porque te da más tiempo de aire aunque provoca dolor de cabeza.

-¿Cómo encontró la cavidad de aire?
- Vi un punto donde había suciedad, pensé que debía venir de alguna parte y allí encontre la cavidad. Cuando entré allí me puse a llorar porque tuve la certeza de que me encontrarían. No sabía si en un día o en dos, pero que me encontrarían.

- ¿Cómo pasó las 25 horas?
- Estuve a oscuras. No quería dormirme, pero no sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados. La cámara tenía una entrada de aire por algún punto, lo notaba por el olor. Estuve sentado intentando que no se me congelaran las piernas, sólo me movía para frotármelas.

- ¿Qué sintió cuando supo que le habían encontrado?

- Hubo un momento en que me pareció ver una luz, me tiré al agua y comencé a hacer señales con mi pila. Cuando el buzo entró me puse a llorar, creo que me dijo «campeón». Después los GEAS me sacaron. La cueva iluminada con los hilos y marcas luminosas es increíble. La verdad es que volví a nacer.

- ¿Qué pensó cuando supo que Marco Antonio había muerto?

- Lo siento mucho por este compañero, pero la verdad es que lo conocí esa misma mañana. Subió a la barca a comer un bocadillo. Nosotros, como un chiste, cada vez que salimos a bucear nos comemos dos hamburguesas por si acaso pasa algo y ya ves si esta vez me fue bien haber comido.

- ¿Volverá a bucear?
- El buceo me gusta y me gustará siempre, pero de momento me han escondido todos los utensilios de submarinismo. Iré a jugar a golf con Johan Cruyff (sonríe).