Mas de cien mil muertos hay en Banda Aceh, adonde llegamos
anteanoche tras recorrer cerca de ochocientos kilómetros -unas 16
horas- por una carretera por la que de no ser porque San Cristóbal
viajaba con notros no hubiéramos llegado vivos, pues a los
conductores indonesios hay que darles de comer aparte cuando se
ponen al volante. Para colmo, los últimos doscientos kilómetros los
hicimos bajo una tormenta que dejó empapados todos los campos y que
aumentó más si cabe el barrizal que rodea esta enorme urbe a la que
el 'tsunami' paso una cruel factura.
No es una ciudad turística, pese a que la playa esté a dos
kilómetros, sino más bien una ciudad fundamentalista, donde el
islam impera por doquier. Rara es la mujer, la joven o la niña que
no circula, a pie o en moto, con la pañoleta. Frente a donde nos
albergamos con bomberos de madia España, y que es la Facultad de
Medicina, o lo que queda en pie de ella, -dormimos en la primera
planta, en el suelo, metidos en sacos de dormir untados de
insecticida por todo el cuerpo porque si no los mosquitos le comen
a uno vivo, y sin sentir ninguna réplica, habituales casi todas las
noches- se levanta un gran hospital, parte de cuyo muro ha caído, y
ahora ocupado por el Ejército australiano, del que, a poco de hacer
acto de presencia el terremoto, como pudo, el personal sanitario
sacó a los enfermos, los aparcó con sus camas y sus sueros en la
calle, sin imaginar que momentos después llegaría la ola, por
encima de los tejados, y se los llevaría a todos. ¡Qué
barbaridad!
Shamir, mi chofer -le he alquilado con su pequeño coche por diez
euros día, un capital para él- me dijo que el 'tsunami' había
causado muchas bajas en su familia. «Salí a trabajar, como cada
día; llegó la ola, y cuando regresé a casa ya no estaba. Había
desaparecido, y con ella mi mujer, mi hija, dos hermanos y un
sobrino. Los he buscado por todas partes, pero sin resultados.
Seguro que han muerto todos. Seguro que han sido enterrados en una
fosa común, con otros». Pero como la vida sigue, Shamir, haciendo
de tripas corazón, sigue con ella, saliendo cada día con su coche a
ganarse el jornal.
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