Pedro Antonio, en el momento de entrar en los juzgados de Manacor. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

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El furgón de la Benemérita que trasladaba al detenido llegó a los juzgados de Manacor a las diez y cuarto de la mañana, procedente del cuartel de Artà. Pedro Antonio había pasado la noche en aquellos calabozos y por la mañana se despertó «sereno y calmado», según refirieron fuentes policiales. Esa misma entereza es la que mantuvo durante las cuatro horas que tuvo que esperar a que la jueza lo llamara a declarar. Pedro Antonio aguardó en un habitáculo de dos metros cuadrados, dentro de la furgoneta, y los agentes que lo custodiaban le llevaron un café para que entrara en calor.

La mañana era muy fría y al joven todavía le esperaba una jornada muy intensa. A fuera, a pie de calle, una docena de periodistas y cámaras esperaban para tomar una imagen suya. Y no fue posible hasta las 13.50 horas, cuando bajó del vehículo y fue conducido, casi en volandas, hasta la jueza. Se trata de un joven menudo, fibroso, y que intentó por todos los medios ocultar su identidad, tapándose el rostro con una chaqueta.

Su declaración se prolongó hasta bien entrada la tarde y parece ser que se reafirmó en los mismos términos que ya había expresado a la Guardia Civil. A su conclusión, la magistrada firmó la orden de ingreso en prisión y Pedro Antonio fue conducido hasta el penal de la carretera de Sóller, donde ayer pasó su primera noche, sometido a un programa de vigilancia especial para evitar que se autolesionara.

La investigación de la Policía Judicial, dirigida por el capitán Del Amor, ha sido tan rápida como eficaz, y los primeros momentos tras conocerse la muerte de la eslovaca fueron fundamentales. Los agentes recelaron de la versión del suicidio y retuvieron al novio para conocer los resultados de la autopsia.