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Inteligente, guapa, con dos carreras, sociable, cariñosa... Veronika Kovaloska había sido una lotería en la vida de Pedro Antonio, un modesto trabajador de Jaén que vivía obsesionado con la idea de que ella lo pudiera dejar.

De hecho, hace unos meses la espectacular eslovaca decidió romper con él, porque se sentía muy agobiada, y el joven se lo tomó tan mal que adelgazó de forma peligrosa y se deterioró su salud. No paró hasta que consiguió reconciliarse con Veronika y sus amistades han declarado a la Guardia Civil que esa época fue «un infierno» para Pedro Antonio, que no dejaba de llamar por teléfono o de enviar mensajes a la eslovaca. Por Navidad la fallecida y la amiga que vivía con ellos en el piso viajaron a su país, para visitar a sus padres, y el acusado también se desplazó hasta allí, donde se ganó la confianza de sus futuros suegros.

El viernes antes del crimen Veronika y su amiga regresaron a Mallorca, donde ya estaba su novio, que las recogió en el aeropuerto con un coche de alquiler. El fin de semana volvieron a reñir. Ella se había teñido el pelo, de rubio a pelirrojo, y a Pedro Antonio no le gustó el cambio. Las discusiones se sucedieron y en la madrugada del sábado al domingo, horas antes del crimen, continuaron las diferencias. Cada vez los motivos eran más triviales y los investigadores creen que el jienense se ofuscó con la idea de que su novia iba a dejarlo, por segunda vez, y la mató a golpes. En las horas siguientes su actuación dejó impresionados a todos.

Lloró, gimió, pidió que le «devolvieran» a su amada y maldijo el supuesto suicidio. Todo esto antes de conocerse los resultados de la autopsia, que fueron demoledores para él. Entonces se derrumbó y reconoció que la había golpeado. Por otra parte, Isabel Llinás, directora del Institut de la Dona, declaró ayer que el crimen de Veronika era el primer caso de violencia doméstica del año en Balears, ya que el homicidio de Gerth Müller en el Port d'Andratx «fue pasional». Las consellerias guardaron ayer un minuto de silencio por Veronika.