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Shamir, el nativo de Banda Aceh que nos hace de guía, ha perdido a su padre y a su hermano a causa detsunami. A pesar de la tragedia, Shamir, un hombre amable y con una eterna sonrisa en su rostro, nos acompaña hasta el lugar donde vivía. Vamos Bernardí Coll y quien suscribe, ya que los miembros de Bomberos sin fronteras y Bomberos en acción que nos acompañan se quedaron en el centro realizando diversas tareas. En su destartalada camioneta, Shamir nos conduce hasta lo que fue su barrio, en la otra parte del río. De él quedan unas pocas casas en pie, una mezquita y toneladas de escombros.

Sorteando restos de viviendas caídas por la fuerza detsunami, vemos lo que fue su casa y la de su padre. «Mi mujer, mi hijo y yo habíamos ido ese día a comprar unos pasteles al mercado -cuenta- y tras el terremoto intenté acercarme pero de repente llegó la ola, ¡enorme! A medida que se acercaba producía un ruido extraño. Sí, avanzaba dando chasquidos, se ve que producidos por lo que iba destruyendo a su paso. ¡Más de once metros de altura medía! Cuando pasó la ola, y pensando que todo había terminado, llegó otra mayor, destruyendo cuanto había quedado de pie».

En el suelo de lo que fue la casa de su padre encontramos un álbum de fotos al que la fuerza del maremoto, el agua y el sol han estropeado hasta el punto de que los rostros y cuerpos de quienes aparecían en dichas fotos se han vuelto irreconocibles. Shamir toma entre sus manos lo que queda del álbum, lo limpia y se lo guarda en el bolsillo del pantalón sin decir palabra. El deterioro causado por etsunami en el barrio donde vivió Shamir es infinitamente superior al de la 'zona cero'. Aquí los escombros han formado una gruesa capa cubriéndolo casi todo, por lo que no nos extrañaría que entre ellos se encontraran numerosos cuerpos. De ahí que quienes operan con viejas Caterpillar lo hagan con mucho cuidado, intentado descubrir si va algún cadáver entre lo que se lleva la pala. Durante nuestro recorrido vemos que se extraen dos.

De regreso a la 'zona cero' vemos que la fosa común está completamente anegada a causa de las torrenciales lluvias que están cayendo, y los cadáveres metidos en bolsas de diversos colores, flotando. Algunas de ellas comienzan a abrirse, mostrando restos humanos. Un poco más adelante, nos encontramos con que parte del camino hasta el puente está jalonado de bolsas negras con más cadáveres.

En otro lugar siguen encontrándose más muertos a diario. Son escenas espantosas, pero como es el pan nuestro de cada día, todos nos hemos acostumbrado. Una vez en casa nos despedimos con un abrazo y Shamir nos dice: «Dígale a los mallorquines que muchas gracias, y que sigan pensando en nosotros».