El recibimiento en Son Sant Joan desató las lágrimas contenidas. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

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«Me veía muerto. No pensamos que nos fuésemos a salvar». Son palabras de Mateu Terrades, uno de los 25 mallorquines que viajaban en el «Grand Voyager», el crucero que el pasado lunes se averió a unas 60 millas al este de Menorca. Mateu viajaba en compañía de su esposa Consuelo en el sexto crucero que realizaban juntos. «En los pasillos había gente tirada y herida. Estábamos todos desechos», explicó Mateu, que recuerda el momento en que se pararon los motores y el barco quedó a la deriva.

Su mujer señaló que el crucero no debería haber zarpado de Túnez la noche anterior, ya que el domingo ya soplaban vientos de fuerza 9 y aumentando. Al día siguiente, ya había olas de 14 metros. A partir de entonces la pareja relató que los sistemas de megafonía se averiaron y que fue la tripulación la que se encargó de avisar a todos los pasajeros para que se pusieran los chalecos salvavidas y se fueran reuniendo en distintos lugares del barco. «Oíamos el ruido de tazas y cristales rompiéndose, muebles balanceándose de un lado a otro, mientras algunas personas se ataban con sábanas donde podían», indicó Mateu.

La pareja recalcó la labor de la tripulación y los pasajeros «que fue de diez» aunque no así de los mandos del barco, a los que criticó con dureza por no ofrecer ninguna información durante las angustiosas horas que vivieron. «El único que dio la cara fue el capitán al día siguiente y se puso a llorar», recuerda Mateu.

Roberto Preciados y Cristina Gómez llevan seis meses casados y realizaban su segundo viaje juntos. A ellos les avisaron para subir a un salón en el que había congregadas unas 200 personas, entre un «caos impresionante» de sillas, mesas y todo tipo de objetos destrozados. «Hay imágenes que no se te olvidan nunca», indicó Roberto, quien señaló que pasaron diez horas en «pésimas condiciones». Este recuerdo coincide con el que guardan Joana y Joan Antoni, una pareja de recién casados de Pollença que estaban realizando su viaje de novios. Ambos fueron concentrados en el gran salón. Joana, que es una de las cinco embarazadas que viajaban en el crucero, se sometió a una revisión médica nada más llegar a Cerdeña para comprobar el estado del feto.

Los pasajeros del «Grand Voyager» llegaron ayer a Palma sobre las 21.00 horas, después de un largo día de viaje desde la ciudad de Cagliari iniciado por la mañana. Sus familiares aguardaban nerviosos en la terminal de llegadas de Sont Sant Joan. Una de ellas es Natalia, quien esperaba a sus padres y su hermana en el segundo de los vuelos de Spanair procedentes de Barcelona. Natalia contó que se enteró de la situación del barco gracias a un mensaje de teléfono móvil.

Además de los pasajeros mallorquines, en el «Grand Voyager viajaban» ocho «eivissencas», dos de las cuales quedaron ingresadas en Cagliari con heridas leves, otras dos se quedaron a cuidarlas y cuatro más han regresado a Eivissa. También viajaba un matrimonio menorquín, que se quedó en Cagliari debido a que la mujer sufrió algunas heridas.