Este es el relato: «EGrand Voyager zarpó del puerto de Túnez a
las dos y medía del pasado domingo con dirección a Barcelona. Era
el final de una semana de un bello crucero que había visitado
ciudades magníficas como Roma, Dubrovnik o Túnez. Una pasajera que
había oído la previsión de fuerza 6, advertía telefónicamente al
capitán del barco sobre el temporal que se les venía encima. Lo
había oído por la televisión. El capitán no quiso hablar y colgó la
conexión bruscamente. Al zarpar, el barco se empezó a mover
moderadamente. Fue por la noche, durante la cena de gala, cuando
las copas se empezaron a caer, los platos se rompían por los suelos
y un número considerable de pasajeros no pudo cenar, se retiró
indispuesto a sus camarotes.
Los golpes ya eran muy bruscos. Horas más tarde, sobre las tres
de la mañana, la situación empeoró hasta convertirse en una odisea,
similar a las novelas o películas sobre naufragios. El placer se
convertía en un infierno y vientos de más de 100 kilómetros por
hora empezaron a azotar aGrand Voyager. El primer día de la
travesía se llevó a cabo un simulacro de emergencia pero la
situación real no se parecía en nada a la imaginada. La gente
conocía, por el ensayo, sus lugares de reunión pero el oleaje era
tan violento que nada era como lo previsto. Las mesas, clavadas
atornilladas al suelo, no soportaban el vaivén excesivo del buque y
muchas se soltaron de su soporte. Algunas columnas se doblaron, los
cristales estallaban y las puertas se rompían. El estruendo a cada
ola, provocado por la oscilación del mobiliario de babor a
estribor, era difícil de soportar.
Algunas paredes de los pasillos tenían manchas de sangre de
algunos pasajeros con cortes. Una mujer se rompía el pie y dejaba
al descubierto su hueso mal herido. Las olas llegaban hasta el
sexto piso. Durante medio minuto, el barco se mantuvo completamente
escorado a babor, luchando con el Mediterráneo por evitar el vuelco
absoluto. Un piano de cola caía de la sexta planta a la quinta, en
uno de los salones. Los otros dos pianos del barco quedaron
destrozados, uno de ellos totalmente girado, con las patas boca
arriba. Una mujer embarazada rodaba por uno de los pasillos. No
estaba permitido permanecer en los camarotes por el peligro que
esto podía suponer.
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