Furioso y resentido, un trabajador al que no habían renovado el
contrato redujo ayer a cenizas parte del hotel de Cala Rajada donde
había estado empleado. La noche de fuego y destrucción no acabó
aquí y en su alocada huida, antes de ser apresado, causó daños en
un coche, una moto y también incendió otro automóvil aparcado.
El complejo Insotel Club Cala Ratjada está ubicado en la calle
Virgen Esperanza, en cuarta línea, y lo dirige el empresario
húngaro Szilard Kovats. Tiene tres estrellas y en la actualidad
estaba cerrado, a la espera de abrir sus puertas en mayo, con el
comienzo de la temporada estival. A las 3.45 horas los vecinos
llamaron alarmados a la Policía Local: el complejo, que tiene forma
triangular y está formado por tres módulos, estaba en llamas. 5
camiones, 14 bomberos, así como todos los policías y guardias
civiles disponibles acudieron a esas instalaciones. Pero ya era
demasiado tarde. El fuego se había extendido con inusitada rapidez
y era imposible controlarlo. Las llamaradas eran imponentes: tenían
más de cinco metros de altura y en la noche cerrada eran visibles
desde varias manzanas a la redonda. El desconcierto y el temor de
los residentes se disparó cuando un Opel Corsa que estaba
estacionado en la calle Castellet, muy cerca del hotel, también se
incendió. Ya no había dudas: un pirómano andaba suelto y era,
además, muy peligroso. Policía y Guardia Civil pidieron refuerzos y
se inició la caza del sospechoso. Raúl A.L., un argentino de 34
años, residente en Cala Rajada, aún tuvo tiempo de causar más
daños. Con una herramienta del tipo «pata de cabra» golpeó la
carrocería de un coche y luego, en su ataque final de furia, la
emprendió contra una motocicleta. Cuando se vio acorralado se subió
a su coche y trató de huir. En el interior del vehículo cargó
algunos efectos que había sustraído, aunque no pudo ir muy lejos.
El cerco se cerró y finalmente el supuesto pirómano fue
apresado.
La detención, empero, no trajo la calma. Muy al contrario, el
caos siguió en el complejo hotelero de Cala Rajada, algunas de
cuyas habitaciones eran auténticas teas. Los parques de bomberos de
Artà y Felanitx lucharon durante más de cuatro horas contra el
fuego, y los de Manacor y Llucmajor también se movilizaron, en
previsión de que el siniestro se descontrolara todavía más. Con las
primeras luces del día, y con la situación a punto de normalizarse,
se pudo apreciar con todo su dramatismo la obra del incendiario.
Diez habitaciones habían quedado completamente devastadas, cinco
más habían sufrido daños, la sala de Calderas y la zona de la
cafetería habían quedado reducidas a la ruina y el humo había
ennegrecido casi toda la fachada exterior.
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