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«Esa noche tenía el cuerpo angustiado, como presintiendo algo». Así comienza su relato Juan Bosch, un mallorquín de 50 que reside en Medam, una localidad de Sumatra próxima a la zona más afectada por el terremoto.

Ayer por la mañana, en conversación telefónica con Ultima Hora, este empresario turístico, nacido en Palma, reconoció que la situación, en los primeros momentos, había sido de «caos absoluto». «Es difícil explicarlo, pero había presentido algo. A las once y diez minutos de la noche estaba en mi casa, con mi esposa y mi hija. Hablaba por teléfono y todo empezó a temblar. Me senté para no perder el equilibrio y todos los muebles empezaron a moverse. Duró diez minutos y cuando salimos a la calle vimos a la gente horrorizada, que corría sin rumbo ni destino».

El mallorquín, que llegó a Indonesia en 1996 y se casó con una indonesa, fue testigo de cómo muchas personas, presas del pánico, se dirigieron a las mezquitas, para rezar. «La ciudad de Medam está ubicada en un fondo arenoso, en un valle, y está configuración especial nos salvó de un desastre mayor», apuntó. Medam es la cuarta ciudad del país, con 10 millones de habitantes, y está ubicada cerca de Banda Aceh, pero en la parte de la costa orientada hacia Tailandia. Muchos edificios y plantas bajas que ya resultaron afectados por el terremoto de diciembre, han quedado ahora de nuevo dañados. Y la moral de la población está por los suelos. «Gracias a Dios al terremoto no le siguió un tsunami, como todos temíamos. La gente tenía pánico y es normal después de todo lo que ha pasado», opinó Juan.