Antes de comenzar la sesión, Sebastián Pol se mostraba cabizbajo y abatido. Fotos: ALEJANDRO SEPÚLVEDA/E.L.V.

TW
0

«No necesitaba excitarme previamente para estar con las niñas y nunca las he amenazado ni violado, pero cuando fumaba hachís oía una voz que me ordenaba ir a ver sus prendas de ropa interior». Ésta fue parte de la declaración de Sebastián Pol Bauzà, apodado 'el sádico del ascensor' y que fue juzgado ayer en la Audiencia Provincial de Palma para responder de 11 delitos de agresión sexual, otros tres en grado de tentativa y uno más de abusos sexuales, cometidos presuntamente entre 2000 y 2003.

Durante el interrogatorio, Pol reconoció haber participado en 8 de los 12 asaltos a menores que se le imputan, aunque especificó que nunca cometió agresiones sexuales sino simples abusos, ya que las víctimas aceptaban sus peticiones «voluntariamente».

De este modo, el acusado explicó que los episodios se solían producir de una manera espontánea y no planificada. En varias ocasiones indicó que la idea surgió cuando paseaba a su perro o cuando se dirigía en moto hacia los salones recreativos de un centro de ocio palmesano y, en un semáforo, veía a las jóvenes paseando por la calle y se preguntaba «de qué color llevarían las prendas». A continuación comenzaba a seguir a las niñas hasta su casa y se colaba en su portal, se metía en el ascensor con ellas y les pedía que les enseñara «las prendas».

Después las llevaba a la azotea o a la sala de máquinas del ascensor, les pedía que se desnudaran y las sometía a tocamientos. Sin embargo, hasta en tres ocasiones los abusos incluyeron un intento de violación. En estos tres casos, el acusado afirmó que nunca intentó penetrarlas y que se limitaba a «babearlas y manosearlas». De igual modo Pol negó ir armado o amenazar a sus víctimas, tal y como afirmaba la fiscal.

Cuando su abogado le preguntó por la razón que le movía a cometer estos actos, Pol se tapó las orejas con las manos, se echó a llorar y se sentó en un banco. A continuación, indicó que a los cinco años sufrió un «trauma» cuando vio a uno de sus tíos «manoseando» a su hermana. Más tarde, a los 15 años, aseguró que fue violado y que eso aumentó aún más su desequilibrio.

El acusado, de 44 años de edad, ya fue condenado a 69 años de cárcel en 1990 por otros 16 delitos de abusos y violaciones, aunque sólo cumplió 13 años de cárcel en Palma y Herrera de la Mancha. Su abogado le preguntó si había sufrido abusos en este último centro, a lo que Pol comenzó a sollozar de nuevo y luego respondió: «He pasado ocho años allí y no quiero volver porque abusaron de mí: si vuelvo no voy a durar». El juicio de ayer contó con una notable presencia de medios de comunicación tanto locales como nacionales, que estaban pendientes de una petición que finalmente no tuvo lugar. El abogado de Pol, Juan Carlos Rebassa, solicitará al Tribunal que su cliente sea sometido a una castración química, independientemente del fallo judicial. Según Rebassa, el coste del tratamiento debería correr a cargo del Estado, en una opción que sólo tiene un precedente en España, en Ciudad Real, solicitó que le fue denegada.