«No necesitaba excitarme previamente para estar con las niñas y
nunca las he amenazado ni violado, pero cuando fumaba hachís oía
una voz que me ordenaba ir a ver sus prendas de ropa interior».
Ésta fue parte de la declaración de Sebastián Pol Bauzà, apodado
'el sádico del ascensor' y que fue juzgado ayer en la Audiencia
Provincial de Palma para responder de 11 delitos de agresión
sexual, otros tres en grado de tentativa y uno más de abusos
sexuales, cometidos presuntamente entre 2000 y 2003.
Durante el interrogatorio, Pol reconoció haber participado en 8
de los 12 asaltos a menores que se le imputan, aunque especificó
que nunca cometió agresiones sexuales sino simples abusos, ya que
las víctimas aceptaban sus peticiones «voluntariamente».
De este modo, el acusado explicó que los episodios se solían
producir de una manera espontánea y no planificada. En varias
ocasiones indicó que la idea surgió cuando paseaba a su perro o
cuando se dirigía en moto hacia los salones recreativos de un
centro de ocio palmesano y, en un semáforo, veía a las jóvenes
paseando por la calle y se preguntaba «de qué color llevarían las
prendas». A continuación comenzaba a seguir a las niñas hasta su
casa y se colaba en su portal, se metía en el ascensor con ellas y
les pedía que les enseñara «las prendas».
Después las llevaba a la azotea o a la sala de máquinas del
ascensor, les pedía que se desnudaran y las sometía a tocamientos.
Sin embargo, hasta en tres ocasiones los abusos incluyeron un
intento de violación. En estos tres casos, el acusado afirmó que
nunca intentó penetrarlas y que se limitaba a «babearlas y
manosearlas». De igual modo Pol negó ir armado o amenazar a sus
víctimas, tal y como afirmaba la fiscal.
Cuando su abogado le preguntó por la razón que le movía a
cometer estos actos, Pol se tapó las orejas con las manos, se echó
a llorar y se sentó en un banco. A continuación, indicó que a los
cinco años sufrió un «trauma» cuando vio a uno de sus tíos
«manoseando» a su hermana. Más tarde, a los 15 años, aseguró que
fue violado y que eso aumentó aún más su desequilibrio.
El acusado, de 44 años de edad, ya fue condenado a 69 años de
cárcel en 1990 por otros 16 delitos de abusos y violaciones, aunque
sólo cumplió 13 años de cárcel en Palma y Herrera de la Mancha. Su
abogado le preguntó si había sufrido abusos en este último centro,
a lo que Pol comenzó a sollozar de nuevo y luego respondió: «He
pasado ocho años allí y no quiero volver porque abusaron de mí: si
vuelvo no voy a durar». El juicio de ayer contó con una notable
presencia de medios de comunicación tanto locales como nacionales,
que estaban pendientes de una petición que finalmente no tuvo
lugar. El abogado de Pol, Juan Carlos Rebassa, solicitará al
Tribunal que su cliente sea sometido a una castración química,
independientemente del fallo judicial. Según Rebassa, el coste del
tratamiento debería correr a cargo del Estado, en una opción que
sólo tiene un precedente en España, en Ciudad Real, solicitó que le
fue denegada.
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