El juicio al violador de niñas Sebastián Pol Bauzà ha abierto un
debate en Mallorca sobre la conveniencia o no de aplicar la
castración química a los agresores sexuales reincidentes.
Ayer este periódico se puso en contacto con dos renombrados
médicos forenses de Mallorca: Emilia Salas y Javier Alarcón, que
coincidieron en mostrarse escépticos sobre los beneficios de esta
medida. Salas opinó que «no sé sabe con exactitud qué efectividad
tendría esta medida a la hora de inhibir los impulsos», y añadió
que la castración debe ir acompañada «de una terapia psicológica
clara». Con todo, explicó que la primera condición es que la
persona esterilizada acepte la reducción de la testosterona e
insistió en que «está por ver qué pasa» con los resultados del
tratamiento.
Por su parte, Alarcón diferenció al agresor sexual puntual o
reincidente del violador en serie. Éstos últimos, según argumentó,
poseen una atracción hacia lugares y situaciones, más que hacia el
coito o el placer sexual. Es decir, buscan quebrar la voluntad de
la víctima en un escenario que ellos han elegido (un ascensor, una
terraza...), porque eso es realmente lo que les excita. «El debate
es estéril, absurdo. Por un lado la legislación española no permite
la castración, salvo que la persona que la recibe esté
incapacitada. Y en segundo lugar, un violador en serie castrado
sería casi con toda seguridad lo mismo que sin castrar»,
apuntó.
Sebastián Pol, que está siendo juzgado por 14 delitos sexuales
contra niñas, ha solicitado ser castrado porque asegura que sufre
un trauma infantil y no puede reprimirse. En 1987, cuando se sentó
en el banquillo por otros 26 ataques, ya solicitó este
tratamiento.
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