Si la vida de cualquier inmigrante no es un camino de rosas la de
Serigne Smbaqe no ha sido la excepción. El obrero senegalés que el
lunes murió aplastado por una máquina retroexcavadora en la
carretera de Valldemossa llegó a Mallorca en el año 2000 y con lo
que ganaba como peón de obra mantenía a su mujer y a sus dos hijos
en Senegal. Su familia ya conoce su triste final y sus compatriotas
de Palma están ultimando la repatriación de sus restos mortales. La
operación cuesta 5.300 euros.
Idrissa Diallo, un amigo del trabajador, seguía ayer muy
afectado: «El domingo comimos todos los amigos con Serigne. Hizo
bromas, como siempre, y al día siguiente nos dijeron que estaba
muerto». El inmigrante, que tenía 23 años, salió de su país huyendo
de la miseria, tal y como suele ser habitual en estos casos. Se
había casado joven y tenía dos hijos, que apenas conocía porque se
quedaron con su madre en Senegal. En Palma alquiló un piso en la
calle Amer, con dos compatriotas, y enseguida encontró trabajo como
peón de obra. Era de estatuta media, pero muy corpulento. «En su
casa sólo eran tres», cuenta con admiración uno de sus amigos. Y es
que los inmigrantes, normalmente, viven hacinados en pocos metros
cuadrados. Serigne, en cambio, ganaba un sueldo modesto que le
permitía ese «lujo». El resto del dinero lo envía cada mes a su
mujer. Y los destinatarios, a su vez, ayudaban a otros familiares
en apuros.
Konate, el presidente de la asociación de senegaleses de
Mallorca, también se mostró ayer consternado por los
acontecimientos: «He estado toda la mañana en los juzgados,
acelerando los trámites para repatriar el cadáver. Nos piden unos
5.300 euros, pero creemos que el seguro del trabajo pagará al menos
la mayor parte», se consoló. El jueves, el colectivo de senegaleses
le rendirá el último homenaje a Serigne. El obrero trabajaba de
ocho de la mañana a seis de la tarde, y cuando tenía un momento de
ocio disfrutaba viendo un partido de la liga de fútbol española por
la televisión. El hermano de su mujer, su cuñado, también vive en
Palma. Su ilusión, empero, era traer a toda su familia en
Mallorca.
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