Los vecinos de la calle Marian Aguiló, una de las más conflictivas, están muy crispados. Foto: ALEJANDRO SEPÚLVEDA

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Pere Garau es, desde hace un mes, la barriada de la amargura. Al menos para decenas de vecinos que no pueden conciliar el sueño los fines de semana debido al jaleo que organizan grupos de sudamericanos que se reúnen en bares ilegales. «Rompen coches, vomitan en la calle, orinan en los portales y cuando les llamamos la atención nos plantan cara, porque van borrachos perdidos. Hay mucha crispación y estamos recogiendo firmas para que el ayuntamiento haga algo, antes de que la situación se nos vaya de las manos por completo», contó ayer Cati, una de las vecinas indignadas.

Las calles más conflictivas son Marian Aguiló y Maria Canals, donde se han ubicado recientemente locales que abren los fines de semana «y que no tienen ni siquiera baños». Toni, otro de los afectados, explicó que «se concentran en estos establecimientos y en la calle unos 50 ecuatorianos y bolivianos, y empiezan a beber hasta altas horas de la madrugada. Montan tal escándalo que ya hay un vecino que quiere poner en venta el piso». El domingo, el Cuerpo Nacional de Policía y la Policía Local envió a seis coches patrulla hasta aquella barriada, porque un grupo de inmigrantes estaba increpando a unos vecinos que se quejaban de sus «excesos».

«Queremos que desde Cort actúen, porque por aquí los ánimos están muy exaltados y no sabemos qué puede pasar», opinó Jordi, otro vecino consultado por Ultima Hora. «En Pere Garau vivimos mallorquines de toda la vida, que no queremos problemas con nadie. Nos da igual si nuestros vecinos son inmigrantes o no, lo que queremos es vivir en paz. No tiene nada que ver con el racismo o la xenofobia. Es más, creo que estos grupos hacen lo que hacen porque la policía no puede actuar contra ellos con contundencia porque si no les llamarían racistas», apuntó otro residente, que quiso mantenerse en el anonimato «porque ya me han amenazado una vez».

Hace unos días una joven que regresaba a su casa se encontró en el rellano a un ecuatoriano beodo y orinando en la puerta. Empezó a gritar y los vecinos salieron alarmados. Otra inquilina, rumana, descubrió los cristales de su coche fracturados. Su pecado: había aparcado enfrente de uno de los bares polémicos.

Esta situación ha generado una crispación creciente en Pere Garau y Es Hostalets, y se están recogiendo firmas para que los inmigrantes que no aceptan las normas de convivencia «sean sancionados o expulsados del barrio». El consumo abusivo del alcohol está detrás de muchos de los incidentes que se suceden desde mayo: «Algunos de los ecuatorianos y bolivianos que salen del bar van tan bebidos que no pueden llegar ni a su casa. Se caen por el suelo, vomitan en plena calle y encima se nos encaran cuando les decimos que esto no puede seguir así».