«Quería recoger a mi primo, que llegaba de Zaragoza; entonces vi
que la puerta de la ambulancia estaba abierta y las llaves,
puestas». Esta fue parte de la breve declaración ante el juez de
Antonio R.B., un hombre con las facultades mentales perturbadas que
el 26 de diciembre de 2003 robó una ambulancia en Son Llàtzer e
inició una espectacular huida por el extrarradio de Palma. A lo
largo de su fuga, causó una decena de accidentes y atropelló a dos
ciclistas, uno de los cuales falleció a consecuencia del fuerte
impacto con el vehículo.
En medio de una gran expectación mediática, ayer tuvo lugar la
primera jornada del juicio contra el acusado, que se enfrenta a una
petición fiscal de cuatro años de internamiento con tratamiento
médico.
Los hechos comenzaron en la mañana del 26 de diciembre, cuando
se hallaba en Son Sant Joan y el personal del aeropuerto observó en
él una conducta extraña. El hombre fue trasladado hasta Son
Llàtzer, donde iba a examinarle un especialista en psiquiatría. Un
vez en el hospital, Antonio R.B. se escabulló del personal
sanitario, se dirigió hacia una ambulancia del 061 y la arrancó,
iniciando una frenética escapada que le llevó, en primer lugar,
hacia la calle Manacor. Cuando circulaba frente a Mercapalma,
Antonio atropelló a un primer conductor, que ayer testificó ante el
juez. El ciclista aseguró que la bicicleta quedó destrozada y que
él mismo sufrió una baja laboral a consecuencia de la cual perdió
su trabajo, en el que llevaba más de seis años empleado.
Tras este atropello siguió con su conducción temeraria golpeando
numerosos vehículos, entre los que se encontraba un taxi. Su
propietario manifestó ayer que recibió dos fuertes golpes por
detrás. A consecuencia de ellos, el taxi estuvo más de dos meses en
el taller, mientras que él permaneció 76 días de baja. Además, los
gastos de reparación del vehículo ascendieron a 6.000 euros.
Mientras iba en dirección al Coll d'en Rabassa, Antonio R.B. se
encontró con otro ciclista llamado Jaime Modesto Arrom, de 42 años
de edad. El deportista fue arrollado por detrás, salió volando y
cayó al suelo. El fuerte traumatismo sufrido provocó su muerte.
Ajeno a sus dos atropellos, el demente enfiló hacia el aeropuerto.
A su legada a Son Sant Joan, perseguido ya por varios vehículos de
la policía. Al llegar a la zona aeroportuaria, Antonio se dirigió
hacia la terminal de salidas y detuvo de un frenazo al observar que
dos niños atravesaban un paso de cebra. Sólo entonces un conductor
que circulaba tras él pudo reducirle. El juicio proseguirá mañana
con la declaración de otros testigos.
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