La Benemérita se las apañó y llegó al interior de la casa, de
dos plantas y cierto lujo. En el aparcamiento había algunos
vehículos de gran cilindrada -de conocidas marcas alemanas- y otros
más modestos. Dentro, en la vivienda de 10 habitaciones, nadie
intuía nada. Había una barra, con copas, y once mujeres del Este
vestidas con poca ropa. El responsable del negocio, Martín R.R., de
38 años, hablaba con uno y con otro visitante, intentando ser
amable.
Hasta que los primeros agentes se identificaron y la situación
cambió radicalmente. Las muecas de los clientes se agriaron de
golpe, y Martín, el presunto proxeneta con antecedentes, puso pies
en polvorosa e intentó huir. Llevaba encima una bolsita con unos
siete gramos de cocaína y fue interceptado a los pocos metros, tras
una breve carrera.
Las once trabajadoras del Este fueron identificadas una a una y
cuatro de ellas (dos rumanas y dos rusas jovencitas) no pudieron
acreditar que estaban legalmente en España porque, sencillamente,
no tenían papeles. Las cuatro 'ilegales' y Martín, que se
encontraba en libertad provisional, fueron detenidos y la operación
se dio por finalizada a las dos horas de su comienzo. La finca en
cuestión, de grandes dimensiones, había sido alquilada por el
supuesto proxeneta, que le sacaba un gran rendimiento económico.
Las féminas contaron que el servicio mínimo costaba 90 euros y el
completo casi 300, consumiciones aparte. La cifra que les abonaba
su patrón, en cambio, era muy inferior. El principal acusado
declaró ante el juez, que ordenó su ingreso incondicional en
prisión.
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