A las 0,15 horas, aproximadamente, Manuela Vera y Abdeslam
Ben-Butaher Alami, el matrimonio que vive en la planta baja, llama
a su otro hijo. Farid Antonio Alami, de 40 años, no ha tomado la
medicación y su nerviosismo va en aumento. Temen una reacción
violenta y no pueden calmarlo. Cuando su hermano llega, Farid
Antonio está muy exaltado. También se presenta una dotación de la
Unidad Nocturna de la Policía Local y una ambulancia del 061, en
previsión de que sea necesario llevarlo al hospital.
En el rellano de la casa el enfermo mental se siente acorralado
y se cierra por dentro, antes de que puedan evitarlo. En el
interior de la planta baja sólo está su padre, un jubilado de 75
años, nacido en Tánger pero ya nacionalizado español. «Me quieren
secuestrar», grita el perturbado, cada vez más colérico. La policía
rodea la calle, llegan más unidades y tratan de entrar en la casa,
sin conseguirlo. El esquizofrénico ha cerrado la puerta por dentro
y en un momento dado trata de escapar por el patio trasero. Salta
una pared y aporrea la puerta de un vecino de la calle Dido, que no
le abre.
Hasta la una y cuarto de la madrugada los efectivos policiales,
a los que se han sumado dotaciones del 091, no consiguen entrar en
la vivienda y en el comedor se encuentran a Abdeslam Ben-Butaher
agonizando en el suelo, en medio de un charco de sangre. Los
médicos no pueden estabilizar sus constantes y muere. Junto al
cuerpo hay un jarrón destrozado, con el se ha estrellado tras ser
golpeado por el hijo. Farid Antonio permanece en una de las
habitaciones, tumbado sobre la cama, con sus ropas y manos
ensangrentadas. Es esposado y se lo llevan en camilla hasta el
hospital de Son Dureta. Manuela, la madre, pasó la noche en casa
unos vecinos, sin saber que su marido había fallecido.
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