El gobernador de Solalá, en principio, nos había hecho desistir.
«No es prudente que vayan a Santiago Atitlano, y mucho menos a
Panajab, ya que se han dado casos de malaria y dengue». Sin
embargo, el propietario del hotel Bambi, ubicado en la entrada de
aquella localidad, aseguró «que no pasa nada, que no hay ningún
caso, y que, en previsión, la gente se está vacunando». Así que,
haciendo acopio de spray antimosquitos, decidimos surcar el lago
Atitlan por segunda vez.
La travesía hasta Santiago Atitlano era más larga que la de San
Marcos de la Laguna. Es una travesía diametral, que encima se
prolonga por el estrecho que queda entre los dos volcanes. Una vez
superado este tramo, a la izquierda, aparece Santiago, posiblemente
el lugar en que el «Stan» ocasionó más muertes, sobre todo en el
distrito de Panajab, donde cerca de setecientos cadáveres no han
podido ser recuperados, permaneciendo para siempre bajo el lodo
reseco que la tormenta arrojó, y que por ello se le denomina el
Camposanto.
Santiago Atilano en los años 80 y 90 fue uno de los focos más
importantes que tuvo la guerrilla en su lucha contra el gobierno.
Según nos relató durante la travesía del bello lago circular,
Gerardo, ex miembro del Ejercito Guerrillero de los Pobres (EGP),
que es el chófer del vehículo que trasporta a Bernardí Coll a
través del territorio guatemalteco que está recorriendo, «en este
lugar operaba la ORPA, Organización Revolucionaria del Pueblo en
Armas, los de Santiago son gente brava a la que el ejército, en
tiempos de la revolución, trató con excesiva dureza, pero también
es gente de buen corazón». Recorremos el pueblo en vehículo. Los
destrozos del «Stan» aparecen en todas partes, empezando por el
campo de fútbol y acabando en una pequeña colonia en el límite de
la localidad, en la que los supervivientes de Panajab tratan de
rehacer sus vidas guarecidos en la pequeña iglesia católica, hasta
donde de vez en cuando llega el camión con trigo y mazorcas que
deja en la carretera, en bolsas. En esa comunidad, Palazón de
Voluntarios sin Fronteras de Balears habla con el encargado de la
obra que se está haciendo y que, una vez finalizada, será el
albergue definitivo de esta pobre gente, ofreciendo su ayuda.
«Podemos venir a trabajar aquí a partir del sábado hasta el próximo
viernes, en que emprenderemos el regreso a España, ya que antes nos
hemos comprometido con los bomberos venezolanos».
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