La mayoría de los coches que fueron entrando en la finca eran de marcas caras y algunos estaban incluso «tuneados». Foto: M.M.

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M.MEDRANO/E.LÓPEZ VERDÚ
Una larga fila de coches de gama alta, algunos de ellos «tuneados», iban desfilando ayer por la finca de Son Riera, en el kilómetro 2,5 de la carretera Sineu-Ariany. La intención de sus ocupantes era acudir a una fiesta «after» organizada para 500 personas. Muchos de ellos venían directamente de una conocida discoteca del Passeig Marítim de Palma y habían pagado una entrada de 25 euros. El ticket ofrecía una «Fiesta en rústica» e incluía el nombre de los DJ's que iban a actuar y el horario de la macrofiesta: desde el mediodía hasta las nueve de la noche.

El propietario asegura que hace varios días llamaron desde la inmobiliaria que se encarga de alquilar la finca para que un matrimonio mayor pasara cinco días allí. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando el sábado visitó la finca y se encontró con un despliegue inédito: ocho barras de bar, una bomba para sacar agua de la piscina, aparatos de láser, altavoces con una potencia de 6.000 watios y decenas de cajas de bebidas alcohólicas apiladas en el patio. El dueño denunció lo sucedido a la policía local.

Los agentes pensaron que la fiesta iba a celebrarse el sábado por la noche, por lo que desplegaron un dispositivo de vigilancia en una rotonda próxima, con la colaboración de agentes de Inca. Los policías intervinieron pequeñas cantidades de hachís, cocaína y cuatro escopetas de pesca submarina. El dispositivo se desmontó a las 04.00 horas y ayer por la mañana descubrieron que la fiesta iba a comenzar a mediodía. Tres policías locales de Sineu se apostaron a la entrada de la finca, y algún tiempo después llegó la Guardia Civil. Los agentes intervinieron varios éxtasis y un bate de béisbol de acero.

Desde el sector inmobiliario de viviendas vacacionales de la zona norte de Mallorca alertaron que se trata del cuarto caso de fiestas «after» en chalets con el que se encuentran. Generalmente los organizadores de fiestas y «afters» recurren a una persona ajena para que formalice el alquiler de la casa explicando que se trata de una familia que quiere pasar un fin de semana. Una práctica que empieza a ser habitual en las chalets y possessions de la zona del Pla y del Raiguer y contra la que es difícil luchar legalmente.