Un cordero asado con piel, pelo y vísceras fue hallado en la finca. Foto: OPC

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Entre el colegio Madre Alberta y la finca Puigdorfila Vell se escondía un matadero ilegal que abastecía de carne a cientos de inmigrantes chinos y africanos sin recursos económicos. La Guardia Civil irrumpió en aquellos terrenos y descubrió cuantiosos restos en descomposición y cabezas de animales, mezcladas con excrementos, así como a una nigeriana asando un cordero entero con piel, pelo y vísceras.

La pista que ha permitido desmantelar la explotación agrícola ilegal saltó el pasado 22 de abril, cuando la Policía Local de Calvià paró un coche ocupado por unos ciudadanos chinos que llevaban bastantes kilos de carne sospechosa. Aquel género se incautó y el caso pasó a manos del SEPRONA (Servicio de Protección de la Naturaleza) de la Guardia Civil, que se interesó por el origen de esa piezas. El cerco se fue estrechando poco a poco y el 6 de mayo, tras ímprobas gestiones, se ubicó el matadero ilegal. Se trata de una finca colindante con Madre Alberta, en el Camí dels Reis, que está en aparente estado de abandono y donde se acumula suciedad y basura. Ese día, por la mañana, los agentes de la Benemérita, apoyados por técnicos de la conselleria de Sanitat, interceptaron un coche que llegaba a esos terrenos.

Era el dueño del solar y llevaba en el vehículo un cordero recién sacrificado. A continuación se llevó a cabo una inspección en la posesión, y se descubrieron indicios de matanzas habituales. Había vísceras, piel, cabezas, excrementos y huesos. Todo mezclado y abandonado al sol, en medio del campo. No muy lejos de allí se descubrió a una inmigrante nigeriana que estaba asando un cordero, sin adoptar ninguna medida higiénica y en precarias condiciones. En la finca, en esos momentos, había medio centenar de ovejas, dos cabritos y catorce cabras sin crotal. Además, los terrenos no estaban registrados como explotación agrícola. El SEPRONA levantó un acta de denuncia, que fue remitida a las consellerias de Sanitat y Agricultura.

Los animales se vendían los fines de semana y la mayoría de clientes eran chinos, marroquíes y subsaharianos, casi todos inmigrantes sin recursos económicos y que estaban en la isla en situación irregular. El dueño de la finca denunciado, un hombre mallorquín, declaró que no sabía que su actividad era ilegal. Ayer en la posesión todavía había algunas ovejas, aunque el propietario estaba ausente y la verja principal permanecía cerrada.