Agentes de la Guardia Civil examinan el cuerpo sin vida de Jean, en Can Pere Antoni.

TW
0

Jean Reilly llegó a Mallorca hace dos años y medio, de vacaciones. Conoció a un DJ inglés del que se enamoró y decidió regresar a la isla para vivir con él, en Son Ferrer (Calvià).

Pero la historia de amor duró poco. Ella tenía un carácter frágil y últimamente atravesaba una seria depresión. En sus últimas conversaciones con su familia se quejaba del clima de tensión permanente que vivía con su todavía novio. Compró un billete para el día 29 de agosto. Quería regresar a la casa de sus padre, en Drogheda (Irlanda), para intentar superar junto a ellos los malos momentos. Pero nunca tomó ese vuelo y por la tarde, a las seis, fue hallada flotando en la Costa del Gas, junto a la playa de Can Pere Antoni, en la bahía de Palma. Un joven que pescaba sobre las rocas, con su mujer y un amigo, reparó en un bulto que flotaba cerca de él y al acercarse descubrió que se trataba del cadáver de una mujer, joven. Estaba boca abajo, con la cabeza introducida entre las rocas, y vestía con unos pantalones estilo 'pirata' y una camiseta. La Policía Judicial de la Guardia Civil se hizo cargo de la investigación y los agentes que se desplazaron a la playa advirtieron, enseguida, que el cuerpo sin vida tenía el cuello roto y algunos huesos fracturados, así como golpes en distintas partes. Esa circunstancia causó cierta alarma inicial, pero los funcionarios estaban convencidos que se habían producido después de la muerte, por el fuerte oleaje o al golpearse contra las rocas. Al día siguiente la autopsia confirmó que eran lesiones post mortem.