A pie de calle, ajeno a lo que estaba ocurriendo en aquella altura, se encontraba Joan Miquel Perpinyà, el secretario general de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC). Se dirigía a casa de sus padre y de repente detectó una nube de humo: «Me paré, levanté la vista, y vi que salía mucho humo de un quinto piso». Joan Miquel corrió al portal, tocó a varios pisos y por fin le salió la anciana del quinto. «Me dijo que no encontraba el número de teléfono de los bomberos y yo le dije: "Pero señora, ábrame la puerta"». El guardia civil subió hasta aquella vivienda y convenció a la mujer para que bajara a la calle: «Había humo por todo y ella me explicó que había sido una vela la que había provocado el incendio. Cuando salía aún se detuvo a cerrar la puerta y yo le expliqué que era mejor dejarla abierta».
El siniestro se propagó a otra salita y el humo inundó toda la casa. Los vecinos de los áticos superiores quedaron atrapados, y los bomberos les recomendaron que no salieran mientras duraban las tareas de extinción. Los equipos de emergencia y varias ambulancias del 061 acudieron hasta la calle Andrea Doria, ante el temor de que hubiera un elevado número de intoxicados. Cuando por fin los bomberos consiguieron entrar en el quinto piso siniestrado se encontraron con un negro panorama. Los daños eran muy importante y la parte del mobiliario que se había salvado del fuego se había visto afectada por el denso humo. Los bomberos confirmaron que el siniestro se inició por un cortocircuito y no por una vela, y los vecinos evacuados pudieron regresar a sus casas, menos la vecina del quinto, que fue recogida por su familia.
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