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EMILIO LÓPEZ VERDÚ
Dos cirujanos y un radiólogo que trabajan en el hospital de Son Dureta fueron juzgados ayer, acusados de provocar la muerte de una paciente. La mujer ingresó en el hospital el 8 de octubre de 2001, y en principio sólo le debían realizar una laparoscopia explorativa, esto es, introducirle una pequeña cámara con la que debían de visualizar la zona intestinal. En este proceso detectaron un tumor y decidieron extirparlo. Para ello seccionaron un trozo de intestino y luego lo cosieron.

En un análisis posterior, los doctores detectaron que el tumor era benigno. La mujer pasó a planta, aunque al cabo de un par de días empezó a quejarse de un fuerte dolor abdominal. Los médicos, que pensaban que sufría un problema respiratorio, le suministraron un fármaco llamado Dolantina, similar a la morfina, con la que la paciente parecía mejorar.

Una semana después de la operación encargaron a Radiología que le efectuase un TAC, aunque tampoco fue concluyente.

Al cabo de varios días la paciente empeoró rápidamente y los cirujanos sospecharon que podía sufrir una peritonitis. Esa misma tarde, la sometieron a una intervención quirúrgica. Al abrir, los cirujanos descubrieron que la sutura del intestino había cedido. De la herida salía todo el contenido del aparato digestivo, extendiéndose por el abdomen y llegando incluso a los pulmones. Esta situación creó una fuerte infección, que provocó la muerte de la mujer al cabo de casi dos meses.

El largo interrogatorio de los tres acusados se prolongó durante toda la mañana. El fiscal pide dos años de prisión para cada uno de ellos, además de 240.000 euros de indemnización. La acusación particular eleva su petición hasta los cuatro años de cárcel, y reclama 360.000 euros para los familiares de la fallecida.