Estado en el que quedó uno de los hoteles de Alcúdia.

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JAVIER JIMÉNEZ
De hecho, eran muchos los guardias civiles que seguían las pistas del pirómano, que había causado una gran alarma social. Se trata de un argentino que en 2005 ya quemó el complejo Insotel Club Cala Rajada, en el que había trabajado. El dueño no le renovó y el sudamericano, enfurecido, roció con gasolina diez habitaciones, que quedaron convertidas en una tea. En su huida atacó un coche, una motocicleta y prendió fuego a otro vehículo. Tras una gran batida fue cazado y entregado al juez, que lo envió por dos años a prisión.

A finales del año pasado quedó en libertad y no se lo pensó dos veces. Buscó un hotel para incendiar y escogió el Beach Club, en sa Font de sa Cala, en Capdepera. En la madrugada de Nochebuena los dos vigilantes tenían el día libre y las cámaras de seguridad no estaban conectadas. Era el momento perfecto. Raúl, según se ha sabido ahora, quemó la planta baja y las llamaradas provocaron daños millonarios y afectaron a la estructura del edificio.

Meses después, el pasado 18 de marzo, volvió a actuar. Y lo hizo a lo grande. Se desplazó al Port d'Alcúdia y atacó con combustible los hoteles Viva Golf, Reina Sofía y Ciudad Blanca. El primero de ellos estaba abierto al público. Los desperfectos fueron cuantiosos y entre los hoteleros se propagó una psicosis que obligó a los investigadores a entregarse por completo al caso.