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JAVIER JIMÉNEZ
Andrei N. era un viejo conocido de la Guardia Civil, aunque la última vez que se topó con ellos era un simple eslabón en la cadena mafiosa y ahora se había convertido en jefe de la banda. El rumano está acusado de colocar microcámaras en cajeros automáticos de Mallorca para luego copiar las tarjetas bancarias. La estafa podría superar los 4 millones de euros.

Se alojaba en unos apartamentos de Palmanova con identidad griega falsa y el martes la Benemérita cortó su fulgurante carrera delictiva. Los agentes del cuartel de Palmanova procedieron a su detención y registraron su refugio, donde ocultaba abundante información y género comprometedor. Aparecieron ordenadores portátiles, grabadoras para clonar tarjetas, soportes bancarios falsificados y 150 series numéricas bancarias de futuras víctimas. El mecanismo de la banda era tan sencillo como aterrador. En primer lugar buscaban un cajero automático de un núcleo exclusivo, tipo Portals o Bendinat. Así se aseguraban que la mayoría de clientes que pasaban por las oficinas era de alto nivel económico. Luego realizaban un discreto reportaje fotográfico del cajero, para conocer cada rincón del habitáculo. El siguiente paso consistía en copiar la carcasa superior, que era cambiada por el frontal original. En la réplica se introducía una discreta microcámara, que grababa cuando un cliente tecleaba el número secreto. Al mismo tiempo, en la boca del cajero se había introducido un lector, que leía la banda magnética y la duplicaba. En segundos, pues, la red mafiosa conseguía el número secreto y una copia exacta de esa tarjeta.