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«Que el Passeig Marítim está constantemente lleno de vehículos pesados en tránsito no creo que haya nadie que lo dude; cosa distinta es que la división entre la gran densidad de ese tráfico y el número de accidentes graves que se producen resulte muy baja, yo diría que ínfirma», señala Andrés, camionero con casi veinte años de servicio en Mallorca.

Y en efecto, el número de autobuses y camiones de todo tipo que transitan en un sentido u otro el Marítim durante toda una jornada es ingente. Contra el tópico de que son las primeras horas tras el amanecer las que concitan el tráfico de vehículos pesados en esa vía palmesana se alza la realidad de una observación muy posterior a esa presunta concentración de cargas y descargas en los muelles portuarios y de salidas y llegadas al aeropuerto de Son Sant Joan.

A mediodía de una jornada como la de ayer transitaban por el Passeig Marítim no menos de 150 autobuses cada hora, entre los del transporte público urbano e interurbano hacia los muncipios del suroeste, los descubiertos que muestran la ciudad y, de manera muy notable, los de empresas privadas de transporte de personas que pasan sus vacaciones en la Isla en el periodo estival.

Por lo que respecta a los camiones, vehículos que protagonizaron este año en el Marítim los dos accidentes con gran repercusión mediática por su resultado mortal en una vía urbana, las cifras de tránsito diurno son prácticamente similares.

Cerca de dos centenares de camiones cada hora conectaban ayer por la mañana el tramo Porto Pi-Catedral o viceversa, con una amplia amalgama de tipologías. Porque tampoco se corresponde con la estricta realidad que los vehículos pesados de transporte que recorren la avenida paralela al mar sean en su mayoría los dedicados a recoger o llevar cargas a los barcos que atracan en Palma. Ante el observador se suceden -a veces en fila por circunstancias del tráfico en la zona-, los que arrastran cisternas de todo tipo de productos; los que transportan arena o ladrillos para cualquiera de las innumerables construcciones en el perímetro urbano; los distribuidores de cerveza y refrescos; los que contienen productos hortofrutícolas isleños y los conducen a superficies comerciales, y las cabezas tractoras que se dirigen a recoger el remolque cargado.

«Que hagan carriles especiales o que desvíen todo vehículo mayor que una furgoneta del Marítim -dice Andrés- es cosa de las autoridades, pero no creo que la solución mágica sea llevar todos esos autobuses y camiones a la Vía de Cintura, que bastante colapsada está sin ellos, porque además se trasladaría allí la sensación de riesgo que tanto alarma cuando suceden desgracias como las de este año».