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JAVIER JIMÉNEZ ¿Cuántos motoristas han quedado paralíticos, lisiados o han fallecido al chocar contra los guardarraíles de las carreteras mallorquinas?. La pregunta tiene difícil respuesta, pero fuera cual fuera seguro que sonrojaría a más de un político. Las asociaciones de moteros llevan tiempo pidieron que esas cuchillas sean cambiadas por biondas especiales y de momento la Administración no da la cara. Ayer, de nuevo, dos mil motoristas recorrieron Palma pidiendo una solución a un problema que se ha convertido en una obsesión para el colectivo motero.

La reciente muerte de Javier Mayol, que quedó encajado en un guardarraíl junto a la entrada del túnel de Sóller, estuvo presente durante la manifestación. Un familiar del que era presidente del Ferrocarril de Sóller secundó la marcha motera y se solidarizó con la Comisión Interclubs en Defensa del Motorista, que organizaba el acto de ayer. «Son tantas las muertes que se podrían haber evitado que los políticos deberían tener vergüenza», opinó Pedro, uno de los participantes. Cada motero lucía una o varias pegatinas con la leyenda «Guardarraíles Asesinos» y la comitiva partió a las seis de la tarde de Son Moix, en dirección a Palma. En el Consolat los moteros entregaron un manifesto para Francesc Antich y de camino a la Plaza de España, donde finalizó el recorrido, se registraron algunos problemas de tráfico. De hecho, además de los dos mil moteros, cerca de un millar de personas en coches apoyó la marcha, lo que provocó el lógico colapso en algunos puntos de las Avenidas. Gonzalo de la Vega, portavoz de la manifestación, destacó que la marcha había sido «pacífica» y que la asistencia prevista «se duplicó», por lo que no pudieron cumplir todos los requisitos impuestos por la Delegación del Gobierno para autorizar la concentración.

«Si ha habido algún atasco la gente lo ha entendido y se ha solidarizado con nosotros», apuntó Gonzalo, que concluyó que el acto había sido «un éxito».