Desde el aire todo se ve distinto. El desastre de Esporles y Puigpunyent, en sus peores momentos, fue grabado desde el aire por el GREIM (Grupo de Rescate e Intervención en Montaña) de la Guardia Civil, que a bordo de un helicóptero rescató a 23 personas.
Cuando a las doce del mediodía se desató el infierno sobre Mallorca la Comandancia de la Benemérita ya estaba alerta de lo que se avecinaba. Palma fue golpeada, pero la furia de la lluvia se ensañó con Esporles y Puigpunyent. Rápidamente, los responsables de la Guardia Civil ordenaron al helicóptero del GREIM desplazarse hasta esa zona y rescatar a los conductores que habían quedado atrapados en el agua. El torrente de Sant Pere se había desbordado y lo que hacía un momento era asfalto se había convertido en una piscina.
Once coches y un camión no podían ni avanzar ni dar marcha atrás, encajados entre dos tramos anegados y sus ocupantes observaban angustiados cómo el nivel del agua subía cada minuto. De repente, la ayuda llegó del aire. El helicóptero aterrizó en un tramo de calzada todavía en condiciones y, en grupos de tres o cuatro personas, fueron sacados de la ratonera los 23 atrapados. La mayoría, como se aprecia en el vídeo grabado por la Guardia Civil, mantiene el aplomo; aunque algunos están lívidos y demudados. «Lo peor fue no poder hacer nada por aquella turista danesa», contaron ayer algunos de los expertos que participaron en el dispositivo de emergencia en Esporles y Puigpunyent.
En la grabación estremece ver con qué fuerza atraviesa Esporles el torrente desbordado, junto a casas y coches. Llega cargado de ramas y maleza y es de un color marrón intenso. Más de cien litros por metro cuadrado en sólo 45 minutos habían convertido un torrente normalmente apacible en un manantial de agua enloquecida, que se llevaba por delante todo lo que encontraba. Las barandillas de los puentes de Esporles fueron literalmente arrancadas por la riada y el coche de alquiler de Camile Tedersen, de 22 años, quedó reducido a un amasijo de hierros tras ser golpeado durante 400 metros por la furia del caudal. El cuerpo de la turista danesa corrió la misma suerte.
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