Hace 164 años los enemigos eran los bandoleros, que acechaban agazapados en los caminos. Hoy, los bandoleros son otros: 'narcos', políticos corruptos, maltratadores y delincuentes, pero el rival a batir sigue siendo el mismo: la Guardia Civil. Ayer la Comandancia de Palma celebró el aniversario de la creación del Cuerpo, en una solemne ceremonia que reunió a las principales autoridades.
A las siete de la mañana todos los ojos beneméritos miraban al cielo. Si llovía el acto se trasladaba al recinto de Ifebal, en el aeropuerto. Cayeron cuatro gotas y luego amaneció un día espléndido. Basilio Sánchez Rufo, el coronel jefe, respiraba feliz. El vetusto complejo de la calle Manuel Azaña, que podría ser contemporáneo del Duque de Ahumada, registraba una actividad fuera de lo normal a media mañana. En el exterior, agentes de la Policía Local y del Cuerpo Nacional de Policía apoyaban a sus compañeros beneméritos en la seguridad del perímetro.
Al mediodía el capitán Bartolomé Del Amor, jefe de la Policía Judicial, abría el acto con un discurso histórico. La Guardia Civil de 1844 y la Guardia Civil de 2008. «El honor sigue siendo la principal divisa del Cuerpo; una vez perdida ya no se recobra», remarcó, con tono marcial. Enfrente, las principales autoridades. El delegado del Gobierno, Ramón Socías; el presidente del TSJB, Antoni Terrassa; el presidente de la Audiencia, Carlos Gómez; el fiscal superior, Bartomeu Barceló; el conseller de Presidencia, Albert Moragues; la consellera de Interior, Àngeles Leciñena; el jefe superior de Policía Bartomeu Campaner y el director de la cárcel, Juan Fernando Díaz, entre otros, escucharon atentos los discursos.
Tras la alocución del capitán Del amor se entregaron las medallas con distintivo blanco a guardias, suboficiales y oficiales. El comandante Asís, el capitán Caballero, el sargento Doblas, y los guardias Joaquín Castillejo, José María Vicente Zurdo o Antonio Moreno García, por ejemplo, fueron distinguidos por su labor en el Cuerpo.
Fue precisamente Zurdo, uno de los condecorados, quien luego dirigió unas palabras a los presentes en nombre de los compañeros que se retiran. Basilio Sánchez Rufo, por su parte, recordó que en la época de Isabel II y el general Narváez España era insegura. Los bandoleros campaban a sus anchas y la inestabilidad política era grande. «Al Cuerpo, entonces, le auguraban corta vida, y hoy la sociedad pide más presencia de guardias civiles», destacó. Ramón Socías cerró el acto recordando que hace un siglo y medio «la labor de los puestos fue clave, como ahora es el trabajo de los cuarteles». Luego se salió del protocolo y le encargó al teniente coronel Barceló que mandara firmes a la tropa, para entonar el «Viva España, viva el Rey, viva la Guardia Civil». El espíritu de Ahumada sigue vivo.
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