Los hechos ocurrieron en los calabozos del nuevo cuartel de la Guardia Civil de Inca. Foto: MARIA NADAL

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JAVIER JIMÉNEZ A las nueve y media de la noche del sábado el agente que estaba de guardia en los calabozos del nuevo cuartel de Inca escuchó un golpe y se acercó a las celdas.

Se trata de habitáculos modernos, sin barrotes precisamente para evitar que se produzcan casos de autolesión. El agente miró por la mirilla y vio que el detenido, un joven de unos 25 años acusado de un robo en el Passeig Colón de Can Picafort, estaba apoyado de espaldas contra la puerta. Intentó abrirla, pero no pudo. Acudió en su ayuda otro funcionario y cuando por fin entraron en la celda comprobaron que el arrestado se había intentado suicidar estrangulándose con el cordón del bañador.

El detenido, que sufría también una crisis de ansiedad, fue atendido in situ y después se requirió ayuda médica, ya que presentaba dificultades para respirar. Al final quedó ingresado en el Hospital de Inca, fuera de peligro. Los médicos activaron el protocolo previsto en estos casos, para evitar que volviera a intentar autolesionarse. El juzgado de guardia también fue informado de lo ocurrido en las celdas del nuevo cuartel.

El joven, que al ser detenido evidenciaba encontrarse bajo el síndrome de abstinencia, fue registrado en las instalaciones beneméritas, antes de recluirlo en los calabozos. Lo habitual en estos casos es retirar al detenido los cordones de los zapatos (si tienen), el cinturón, los relojes, los colgantes y cualquier objeto con el que pueda intentar lesionarse. En este caso, no repararon en que el bañador del acusado tenía un fino cordón, que el joven utilizó para intentar ahorcarse.

El robo que se produjo en Can Picafort, y que supuestamente llevó a cabo el toxicómano ahora hospitalizado, se registró el sábado por la mañana. La rápida reacción policial permitió aclararlo en poco tiempo y el drogadicto fue trasladado en un vehículo policial hasta Inca, como sospechoso de los hechos denunciados.