La mallorquina, leyendo la sentencia que condenó al pederasta. Foto: JAVIER JIMÉNEZ

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JAVIER JIMÉNEZ

«El monstruo ya está en la calle y yo no quiero que se repita otro caso Mari Luz en Palma». Entre 1987 y 1993, es decir, desde los seis hasta los catorce años, la infancia de M. fue tan negra como el betún. «Una pesadilla», afina ella. Sufrió más de 500 violaciones por parte del compañero sentimental de su madre, que en 1994 ingresó en prisión. Ahora, casi quince años después, el pederasta ha salido en libertad y M. sólo tiene una preocupación: «Que le pueda hacer a alguna niña lo que me hizo a mí».

-¿Por qué está ya en libertad el hombre que abusó repetidamente de usted siendo niña?

-Pues porque le cayeron tres penas de catorce años cada una, o sea, 42 años en total, y ya ha cumplido una tercera parte. En la sentencia los jueces fijaron una indemnización para mí de 20.000.000 de pesetas y él me paga ahora 5 euros al mes, porque es insolvente. Sin embargo, con esos 5 euros puede obtener el tercer grado e ir sólo a dormir a prisión. Es surrealista.

-¿Ha conseguido un domicilio fijo el pederasta?

-No sólo eso, sino que encima es la casa de mi madre. Vuelven a estar juntos, a ser pareja, y eso es algo que no me cabe en la cabeza. Durante siete años Jaime F.P. me violó todas las semanas de mi infancia, a veces dos y tres veces por semana, y ahora mi madre le perdona y lo acoge con él. Creo que es una historia para hacer un libro.

-¿Ha intentado hablar con su madre?

-No hay nada que hacer, está enamoradísima de él. Cuando ingresó en prisión ese hombre yo pensé que todo había acabado, pero luego descubrí que ella seguía yendo a la cárcel para visitarlo. Para mí fue un golpe tremendo, casi más que las violaciones.

-¿Cómo superó aquella infancia infernal?

-Eso nunca se supera, pienso cada día en lo que pasé. Pero ahora tengo una familia y hay que mirar hacia delante. Llevo toda mi infancia, adolescencia y ahora juventud con psicólogos y psiquiatras, que me han ayudado mucho. Aun así, hay cosas que no se pueden olvidar nunca.

-¿Cómo tuvo fuerzas, siendo una niña, para denunciar su situación?

-Mis hermanos se enteraron por un tío mío y me llevaron enseguida al hospital. Luego vinieron las denuncias, la policía, los jueces, los forenses. En las exploraciones ginecológicas confirmaron que había «reiteración de penetraciones» y la forense de Manacor dictaminó «desgarros completos». Todo estaba muy claro y Jaime y mi madre fueron detenidos.

-¿Qué año era?

-Era 1993, en concreto el 22 de mayo. Mi madre pasó sólo unos días en la cárcel y su compañero siguió allí hasta el año siguiente, cuando se celebró el juicio.

-¿Pudo mirarle a la cara?

-Antes de entrar a la sala me dio una crisis de ansiedad, me dijeron que había un biombo, pero me quedé bloqueada. Fue un ataque de pánico. Mi abogada, María Durán, y mi educador me ayudaron a entrar.

-¿Cómo acogió la condena del pederasta?

-Yo tenía catorce años y cuando me dijeron que le habían caído 42 años pensé que nunca más lo volvería a ver. Fue un alivio. Ese monstruo me hizo de todo, no sólo violaciones. También me obligaba a estar horas y horas de rodillas, a ver películas porno, a limpiar la casa como si fuera su criada, hasta la madrugada. Luego me levantaba agotada y me iba al colegio. Me ataba de pies y manos, me pegaba. Fue tan duro que prefiero no recordarlo.

-Imagino que fue acogida en algún centro de menores.

-Así es. Estaba hundida psicológicamente. A los 17 años pedí la mayoría de edad anticipada, porque me quería casar y tener otra familia. Volver a empezar.

-¿Cuándo supiste que el pederasta estaba ya en libertad?

-No hace mucho. Y créeme si te digo que lo peor fue saber que había vuelto con mi madre. Que está en su casa de Palma. Yo lo estoy pasando fatal económicamente, posiblemente me quede sin trabajo en breve, y mi madre le apoya a él. Creo incluso que le da el dinero para que pague mi indemnización. Cinco miserables euros que le sirven para justificar el tercer grado.

-¿Te lo has encontrado cara a cara?

-Por fortuna no. No sé qué haría. Si a una hija mía le hiciera lo que me hizo a mí tengo muy claro que él no lo contaría.

-¿Crees que puede volver a atacar a alguna niña?

-No puedo saberlo, pero te aseguro que lo último que deseo es que se repita en Palma un caso como el de Mari Luz.

-En tantos años de violaciones reiteradas, ¿nunca intentaste pedir ayuda?

-Tenía confianza con una monjita que me había dado catequesis y una vez me lo jugué todo y fui a verla, para que me ayudara. No pude hablar con ella y tuve que volver a casa. Sabía lo que me esperaba allí. En el juicio salió a relucir que el día antes de mi comunión él me violó en casa.

-¿Cómo ves el futuro?

-Me estaba recuperando, y te aseguro que con lo que he padecido no es nada fácil. Pero saber que el monstruo ha obtenido el tercer grado y que pasea por las calles de Palma tranquilamente ha hecho que vuelva a entrar en crisis. No me explico por qué mi madre le perdona. Una madre no puede perdonar algo así. Todo lo que me hizo esa bestia es imposible reflejarlo en una entrevista.