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Detrás de cada muerte se esconde una historia humana. La de Pablo Andrés, es una más, pero para los jóvenes de la barriada des Fortí de Palma tiene un significado muy especial.

Pablo, era un joven de 31 años de edad conocido popularmente como «El Buitre». Hacía más de 17 años que llegó de Colombia, país donde nació y se afincó en Palma. Rápidamente consiguió cautivar el corazón de sus vecinos y, especialmente el de los jóvenes del barrio.

Amigo de sus amigos, Pablo Andrés, se convirtió en una especie de mediador entre las diferentes nacionalidades de la barriada. La pandilla de jóvenes a la que pertenecía solían reunirse en la Plaça Serralta todos los días. Allí, fumaban, bebían, reían y lloraban.

Debido a una lesión en una de sus rodillas, el joven, no estaba trabajando.
Además, el destino le jugó una mala pasada. Unas horas antes de producirse el siniestro, «El Buitre», salió con sus compañeros a tomar algo y, al tocar la medianoche decidió abandonar el grupo porque al día siguiente tenía que ser operado de una rotura de ligamentos en una de sus piernas. Pablo Andrés se dirigió a su casa, sita en el primer piso del edificio derrumbado y...el final ya lo conocemos todos.

Los jóvenes de la pandilla fueron los primeros en llegar a la zona cero y los últimos en abandonarla. No se han movido de la plaza. Algunos de ellos no han acudido a sus puestos de trabajo o de estudios. Ayer, todos estaban más unidos que nunca por el espíritu de su compañero y amigo «El Buitre».

Hablamos con Helio, uno de sus mejores amigos. Está roto, le cuesta hablar, pero sacando fuerzas de flaqueza nos cuenta: «Era un tío de puta madre. Nuestra pandilla es de unos 15 o 20, pero los amigos más íntimos somos unos cinco. Cuando me dieron la noticia me vine abajo. (Rompe a llorar). La entrevista se tiene que interrumpir.

Son las 19:30 horas (de ayer), y aún siguen sus amigos en la plaza. Todos juntos, sólo falta uno, «El Buitre», aunque Pablo Andrés siempre estará con ellos en sus corazones.