El acusado, durante el juicio en el que se le acusa de pun delito de lesiones.

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El hombre que acabó de un puñetazo con al vida de José Luis Silveiro Poli en una discoteca del Paseo Marítimo, admitió ayer en el juicio por la muerte del hombre el relato de los hechos que realiza la Fiscalía en su escrito de acusación. El Ministerio Público inicialmente pide una condena de nueve años por un delito de lesiones, si bien el fiscal dejó ayer entrever durante la vista que existirá una modificación a la baja. La víctima pasó dos años en coma a causa del golpe y después murió, también como consecuencia de los daños que sufrió en el cerebro.
Los hechos ocurrieron en noviembre de 2005. Según declaró ayer el acusado, se encontraba en la seguridad de la discoteca. Esa noche vigilaba que los clientes no molestasen a unas bailarinas, entre las que se encontraba su mujer. En un momento dado, el acusado dice que uno de los clientes tocó el culo a su mujer. Él avisó a otros agentes de seguridad que sacaron al hombre del local.


«Tocó el culo a mi mujer»
En la puerta, tuvo lugar una discusión y le dio un puñetazo en la cara que le hizo caer por las escaleras y le causó graves lesiones cerebrales. El procesado insistió a preguntas de su letrado, Jaime Campaner, en que el golpe fue frontal y que no tenía intención de que cayera por los escalones: «no lo pensé y él estaba muy agresivo». La defensa modificará su calificación inicial, en la que pedía la absolución del acusado para admitir que éste cometió un homicidio imprudente.
De esta forma, el debate del juicio, iniciado ayer y que continúa hoy, se centra en la responsabilidad civil por la muerte. El acusado sostiene que trabajaba para la discoteca cuando ocurrieron los hechos, al igual que la Fiscalía en su escrito de calificaciones iniciales. Sin embargo, el letrado de la empresa, Fernando Mateas, niega éste hecho. El abogado interrogó al acusado por qué en sus declaraciones anteriores había negado su relación empresarial, a lo que éste indicó que «no quería perjudicar a la empresa». Además, no existe un contrato firmado entre los responsables de la discoteca y el encausado. El acusado, de nacionalidad brasileña, sostiene que le dieron un auricular y un equipo de radio, pero que se lo quitó tras lo ocurrido. Tampoco fue capaz de concretar quién le había contratado ni quién le ordenaba realizar una tarea determinada. «No me acuerdo», repitió.