Dos estudiantes de 17 y 18 años, Eric Harris y Dylan Klebold, armados con un fusil de asalto, 2 escopetas y un revólver, mataron a 13 personas y hieren a 23 en la escuela de Columbine, en Littleton (Colorado), en 1999 antes de suicidarse.
La matanza es recordada hoy tras la detención de un español de 21 años, Juan Manuel Morales Sierra, admirador de los jóvenes estadounidenses, que quería emular a sus «ídolos» y pretendía atentar en la Universidad de Baleares con 140 kilos de explosivos adquiridos por internet.
Después de un año elaborando su macabro plan, Harris, vestido con una camiseta en la que se leía «Natural Selection», y Klebold, cuya camiseta tenía impresa la palabra «Ira», llevaron a la escuela bombas de fabricación casera que colocaron en la cafetería y dejaron otras en sus respectivos automóviles.
Equipados con una carabina y una pistola automáticas y dos escopetas con cañón recortado, se sentaron a esperar que el estallido de las bombas -que hubiesen matado a cientos de personas- hiciera que la gente huyera despavorida del edificio, y entonces fusilarles.
Como las bombas no estallaron, Klebold, con penas de amor y deprimido, y Harris, quien se creía Dios y anhelaba que se reconociese la inferioridad de todos los demás, volvieron al edificio y abrieron fuego contra quien se cruzó en su camino.
La matanza generó un nuevo movimiento a favor de un mayor control de las armas para evitar sucesos similares que no llegó a cuajar como para que se legislara en este sentido, ya que los defensores de las armas consideran que es un derecho constitucional.
Además, dio la vuelta al mundo tras el documental del cineasta Michael Moore, «Bowling for Columbine», con el que ganó un Oscar.
El odio y el desprecio hacia sus compañeros, al igual que en el caso del joven español, fueron la principal causa que llevó a los estudiantes estadounidenses a planear la matanza, según revelaron los documentos obtenidos en la investigación que la policía hizo públicos en 2006.
«Una vez que comience a matar... ténganlo presente... hay probablemente unas 100 personas en la escuela que no quiero que mueran. El resto debe morir», decía Harris en su diario personal en octubre de 1998.
«Los odio por excluirme de tantas cosas. Los odio y será mejor que me tengan miedo», «¡Odio! Estoy lleno de odio y me encanta. La naturaleza humana de la gente es su muerte», añadió.
Eligieron el día del cumpleaños de Adolf Hitler para efectuar su matanza, estaban obsesionados por las armas de fuego, las bombas, los asesinatos y los nazis.
Los documentos revelaron que habían estudiado exhaustivamente las leyes federales y estatales para adquirir armas legalmente, incluso en un ensayo presentado a sus profesores, Harris señaló que esas leyes tenían muchos «resquicios» y eso suponía que «los criminales que deseen tener armas tienen buenas posibilidades de conseguirlas».
Ambos se sentían fascinados por las armas y en otro trabajo escolar Harris apuntó que «sería tan fácil llevar un arma cargada a la escuela como entrar a ella con una calculadora», mientras que Klebold escribió un cuento para su clase de inglés en el que un hombre que mata a 9 estudiantes con pistolas automáticas.
Además, en una agenda de actividades, Klebold planificó minuto a minuto la matanza, comenzando con un encuentro con su cómplice a las seis de la mañana del 20 de abril. «10:30 a.m. 'preparación', 11:12 a.m.'entrar en acción' y 11:16 a.m. '!Ja Ja Ja!'».
Posteriormente se encontró un calendario escolar, en el que anticipaba lo que iba a ocurrir: «Bombas, usar bombas... fuego de cobertura... retirada... apuntar a la cabeza... suicidio».
El joven español, que fue vigilado durante 5 meses, manifestó simpatía por los asesinos de Columbine y en su blog incluía secciones en las que relataba idénticos gustos musicales, su afición por las armas, su indumentaria e incluso su aislamiento social.
El comportamiento de los asesinos de Columbine fue objeto de estudios para tratar de determinar qué les impulsó a perpetrar la masacre y sigue siendo un misterio por qué quisieron morir así.
Las medidas adoptadas para el control de las armas de fuego en las escuelas, los programas de atención psicológica para los adolescentes y la reflexión de políticos y ciudadanos no ha impedido que desde 1999 hayan ocurrido otros ataques en escuelas de Estados Unidos.
Cuatro días antes del octavo aniversario de la matanza en Columbine, el estudiante Seung-Hui Cho, armado con una pistola automática Glock y otra Walther 22, mató a 33 personas en los alrededores de la Universidad Politécnica de Virginia, y se suicidó.
El pasado abril, siete personas murieron y tres resultaron heridas en un tiroteo en una universidad privada en Oakland (California), perpetrado por One Goh, de 43 años y origen coreano, un antiguo alumno del centro «enfadado» por el trato recibido por una empleada.
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