Juan Carlos Embun afirma que está en la ruina. | Julio Bastida

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«Estoy en la más absoluta ruina desde que mi exsocio me engañó y aprovechando que estaba con mi mujer en un spa me robó vilmente. A mí siempre me dijo que era agente de la Policía Nacional, pero que estaba de baja y que por eso quería montar un negocio. Nunca pensé que un policía me engañaría. Ha sido la mayor equivocación de mi vida», relata Juan Carlos Embun.

La historia de nuestro protagonista se remonta a unos años atrás. Juan Carlos es un reconocido mecánico que junto a su socio montó el taller Leman, ubicado en la calle Aragón de Palma.

Reparto de trabajos

«El taller lo teníamos al cincuenta por ciento. Yo era el encargado de la parte mecánica y mi exsocio era quien llevaba la parte administrativa. De repente, en las Navidades del pasado año me regaló dos invitaciones para un spa y yo me marché con mi mujer. En ese instante, aprovecharon para ir al taller con un camión y un batallón de hombres, desmontarlo todo y dejarme el local vacío. La maquinaria que se llevaron tenía un valor de aproximadamente unos 65.000 euros», relata Juan Carlos.

Al descubrir el pastel, Juan Carlos llamó a su exsocio y éste le dijo que no hacía falta que denunciara porque él era policía y no tenía nada que hacer, según explica el denunciante.

Al final, toda la maquinaria apareció en una finca de Marratxí.

«Yo he presentado todas las facturas de la maquinaria y una copia de la grúa que utilizaron para llevárselo todo. Tras un año de investigación, la Policía Nacional detuvo a mi exsocio y estoy esperando que salga el juicio. Se demostró que era un farsante, que nunca fue policía. Nos extrañó porque todos sabemos que llevaba chaleco, pistola, grilletes, placa, etc en el coche. Parece que quien realmente es el policía es su hermano. Por cierto, en algunas facturas también sale salpicado. Lo peor de todo esto es que pasé de ser un empresario acomodado a perderlo todo. El banco me quitó mi casa y me forzó a vivir en el interior de un coche o en la calle. Mi matrimonio se fue al garete y ahora tengo que vivir en casas de amigos que, muy generosamente, me acogen en sus hogares», concluye.