«Estoy muy arrepentido de lo que he hecho. Yo no estaba en mi cabeza. No sabía lo que hacía. Mil perdones. Pido perdón de rodillas. Estoy dispuesto a cualquier castigo. Estoy dispuesto a entregar mi vida a su familia». Mustaphá Merzoug fue más locuaz en su turno de última palabra que durante su interrogatorio en el juicio. El acusado de matar a su expareja, Soledad Arenz, de una puñalada en una vivienda de la calle Aragón espera el veredicto del jurado tras la última sesión del juicio, celebrado ayer.
Su defensa solicita la absolución. Aunque admite que fue el autor de la puñalada mortal insiste en que Merzoug actuó de forma inconsciente afectado por el alcohol y por un trastorno mental puntual.
Defensa
La letrada, María Dolores García, cargó las tintas con la víctima: «Soledad jugaba con los sentimientos de Mustaphá», «fueron las palabras de ella las que causaron su reacción». Son dos de los ejemplos en los que la abogada afirmaba que la conducta de la víctima había desencadenado que el acusado cogiera un cuchillo y se lo clavara en el abdomen.
La Fiscal, Mercedes Carrascón, apuntó que «siempre la quiso matar». «Como no la tengo yo, pues no la tiene nadie».
Además rechazó cualquier posible trastorno. Se basa en lo manifestado por los forenses que negaron que sufriera algún problema psicológico y en todo el comportamiento del acusado tras el crimen: Merzoug cogió el cuerpo, lo lavó, limpió el baño, el pasillo y el cuchillo y después de eso tomó un corrosivo. «Para no saber lo que hacía estaba bastante bien», afirmó. La fiscal también rechazó que se pueda culpar a la víctima de la reacción de su agresor y reclama una condena de 16 años de cárcel. La acusación particular pide una condena más alta al admitir el atenuante de confesión en un grado menor.
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