El acusado, ayer en la Audiencia Provincial de Palma antes de reconocer los hechos. | Alejandro Sepulveda Soler

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«Me endemonié». Un hombre de 45 años admitió que apretó cuatro veces el gatillo de una pistola que apuntaba a la frente de su cuñado. «Esta ha fallado pero la próxima no fallará», le dijo entre medias. La suerte es que sí falló ya que el arma estaba estropeada. El acusado se conformó con ocho años de prisión por toda una cadena de actos violentos que culminó en su detención el 19 de junio de 2013 en el Pont d'Inca.

A las diez de la mañana de ese día el acusado recibió una citación judicial porque su hermana le había denunciado. Se fue a su casa y aporreó la puerta: «Vais a caer uno detrás de otro. Yo he estado en la cárcel, no me importa volver, de ahí se sale. De donde te voy a meter no se sale». Como no le abrieron la emprendió a golpes con la furgoneta de la familia.

Sobre las cuatro de la tarde de ese mismo día volvió al domicilio y esta vez habló con su cuñado. Le dio un golpe y sacó la pistola: «Ahora lo vamos a arreglar, yo tengo los huevos bien puestos». Tras fracasar en el intento de homicidio se marchó de la casa. El acusado no tenía licencia para tener ese arma, una pistola de 9 milímetros con número de identificación borrado.

Cuando la policía le fue a detener, el acusado dio una patada a un agente de la local de Marratxí. A mayores, le encontraron ocho kilos de cannabis en su casa.

Antes del juicio, la víctima habló en el calabozo con el acusado que le pidió perdón por lo ocurrido. Ya en el juicio añadió: «Siemper ha sido como mi hermano mayo y ha hecho el bien para mí. Yo estoy muy arrepentido. Se me fue de las manos la situación porque yo tenía problemas».

La Fiscalía rebajó su petición inicial de 22 años de prisión a ocho tras un pacto con la defensa y la acusación particular que representa al cuñado y que también admitió el acuerdo.