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Las pruebas de balística remitidas al laboratorio de la Comisaría General del Cuerpo Nacional de Policía de Madrid han descartado que el arma intervenida al principal sospechoso del asesinato de Porto Cristo fuese la del crimen.

Sin embargo, los agentes responsables del caso disponen de pruebas sólidas para imputarle al mecánico Arnau M. N., de 51 años y actualmente en prisión, la muerte violenta de Ángel Abad Torres de 61 años de edad. Entre ellas se encuentra la declaración de testigos que le sitúan en la escena del crimen vestido de mecánico, denuncias previas y otro tipo de prueba fruto de una exhaustiva investigación.

El Grupo de Homicidios del Cuerpo Nacional de Policía, el día después de producirse el crimen realizaron varios registros en propiedades del sospechoso. Los investigadores hallaron tres armas de fuego ocultas en el taller que regentaba Arnau en Porto Cristo y las remitieron al laboratorio junto a otras pruebas de ADN. También hallaron munición en los registros. Hay que decir que el detenido cuenta con licencia de tiro olímpico.

Hace dos días, la Comisaría General de Policía Científica de Madrid remitió a Palma los resultados siendo los mismos negativos. Durante los interrogatorios practicados al sospechoso, el mismo se negó a declarar y no confesó el crimen, aunque tampoco negó que tuviera alguna relación con los hechos.

El móvil del crimen que los investigadores dan por bueno es el pasional. Al parecer, el fallecido y la mujer de Arnau tuvieron un relación décadas atrás. Después, se separaron. Sin embargo, hace un tiempo reanudaron esa relación sentimental, en el momento en el que Ángel había roto con su esposa. Esa segunda oportunidad tampoco les fue bien, pero el mecánico empezó a obsesionarse con él, toda vez que regresó con su mujer. Entre el 7 de diciembre y el 5 de enero, al Ford Focus del restaurador del bar Gorli le pincharon cinco veces las ruedas, y la policía está convencida que el autor fue Arnau.

Después, parece ser que también le amenazó. Todos esos datos, que ya estaban en poder de la policía, unidos al hecho de que el mecánico tenía licencia de tiro olímpico, hicieron que se convirtiera en el sospechoso número uno.