Javier Macarro, junto a la entrada principal del rancho La Paz de s’Aranjassa. | Alejandro Sepúlveda

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«La inglesa puede ladrar y chillar lo que quiera pero del rancho no nos vamos a ir. Yo tengo un contrato legal firmado y lo voy a cumplir hasta el final. El único problema que hay en esta historia es que yo metí a una familia gitana y la dueña es una racista», afirma Javier Macarro, el actual inquilino del rancho La Paz de s’Aranjassa.

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«Quiero aclarar los hechos y limpiar la imagen del rancho y del colectivo gitano. La inglesa dice que somos un clan y el único clan que conozco es el canal de los dibujos animados de Televisión Española. La propietaria está demostrando que es una racista y que tiene en el punto de mira a los gitanos. Yo conocí a un chico que se dedicaba a los alquileres de fincas y firmamos un contrato. Yo tenía que pagar 750 euros cada mes, pero me dejaron unos meses gratis para que adecuara las instalaciones. También entregué una fianza y dos meses por adelantado», comenta el titular del supuesto contrato.

«Los problemas llegaron cuando hice la entrada en las instalaciones y decidí hospedar a una familia gitana en el rancho. Al verlos entrar con la furgoneta y con los muebles la dueña se asustó. Debió pensar que los gitanos le iban a desvalijar la casa y se inventó lo del contrato falso», puntualiza Macarro.