Los dos agentes, este martes en la Audiencia Provincial antes del juicio. | Alejandro Sepúlveda

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Los dos guardias civiles acusados de torturar y lesionar a un detenido en el puesto del instituto armado de Sant Antoni han negado hoy en el juicio que tocaran a la víctima y se han señalado mutuamente como presuntos responsables, aunque ninguno de los dos vio al otro golpear al arrestado.

El denunciante de las torturas, que ha declarado como testigo, ha asegurado que fue golpeado en un baño próximo a los calabozos por varias personas entre las que solo identificó a uno de los dos agentes acusados, que se enfrentan a sendas peticiones de condena de 5,5 años de prisión.

La sección segunda de la Audiencia provincial ha juzgado hoy en la capital balear a los dos guardias civiles en una vista que se ha prolongado más de lo programado y que tendrá continuidad el jueves de la próxima semana con la declaración de más testigos y la presentación de las conclusiones e informes finales.

El primero de los agentes en declarar, J.R.R.G., ha relatado que sobre las 1.40 horas del 11 de octubre de 2009 acudió con un compañero a un altercado en la calle Soledad de Sant Antoni donde también intervenían policías locales.

Según ha dicho, vio como el después detenido daba un puñetazo a su pareja de patrulla, por lo que procedió a arrestarle y fue agredido él mismo, lo que le obligó a forcejear con su atacante hasta que consiguió ponerle las esposas pese a que «se resistió muy activamente».

Le subieron a un vehículo y le llevaron al cuartel, donde él le dejó en manos de otros compañeros que le metieron en el calabozo, ha contado.

Más tarde, mientras se celebraba en el patio una concurrida fiesta en la víspera de la Virgen del Pilar, patrona del cuerpo, volvió con un grupo de compañeros, algunos fuera de servicio, hasta el lugar donde se había producido el incidente callejero, y después retornó al cuartel y leyó los derechos al detenido, aunque ni abrió la puerta de la celda ni vio por la mirilla cómo estaba.

«Físicamente no lo toqué a este señor», ha asegurado J.R.R.G., que no vio que tuviera ninguna herida cuando le dejó en manos de sus compañeros para ingresarle en los calabozos.

Según ha relatado a preguntas de la Fiscalía, la acusación particular y las defensas, otros guardias le dijeron más tarde que el detenido había sido agredido por el otro acusado, quien con posterioridad «se jactaba» de su presunta acción.

El otro procesado, C.B.G., ha atribuido la delación a una riña que tuvo después con el compañero que le ha incriminado, quien declaró durante la instrucción que le vio dar un codazo en la cara a la víctima que le hizo saltar dos dientes.

C.B.G. ha manifestado que se encontraba en la fiesta, donde había tomado «una o dos copas», cuando vio que J.R.R.G. y su compañero introducían a un detenido en los calabozos por una puerta diferente de la habitual y poco más tarde observó a unos 15 metros de distancia que varios agentes le sacaban de la celda y le metían en los baños.

Esa fue, ha dicho, toda su participación en los hechos que se juzgan. «No tuve ningún contacto físico» con la víctima, ha subrayado el acusado.

El hombre agredido, que sufrió contusiones, erosiones y heridas y perdió dos piezas dentales, ha explicado que, cuando salía de un bar con un hijo de 10 años, fue requerido por J.R.R.G., que le llamó «sudaca» y, ante su intención de continuar su camino, le derribó, le esposó y le llevó detenido en un coche patrulla.

Al llegar al puesto de la Guardia Civil, ha detallado, los agentes que le habían arrestado le introdujeron sin cachear en un calabozo desde el que telefoneó a su esposa, puesto que portaba dos móviles.

Casualmente su mujer estaba junto al cuartel y dijo a un guardia que su marido le había llamado para contarle que estaba detenido sin razón, tras lo cual le sacaron de la celda y le llevaron a un baño, donde le tiraron al suelo y le patearon.

Entre sus agresores ha reconocido al acusado J.R.R.G., a quien sus compañeros gritaban que parara mientras le agredía, según ha manifestado.