Un vendedor se comunica con sus compañeros. | Paula Alonso

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Pasearse por la Catedral durante el verano ya no es lo mismo. El número de turistas continúa siendo ingente, pero se nota la ausencia de algo muy característico de la zona: la venta ambulante. Esto se debe a la alta presencia de Policía Local en Dalt Murada, que asusta a los comerciantes ilegales ya que, para ellos, es una ruina que les decomisen los productos que venden.

Esta actividad está protagonizada, en gran medida, por ciudadanos de origen africano que, en muchos casos, llegan a España desconociendo que las leyes prohíben la venta ambulante. La mayoría de productos que venden son bolsos, carteras y demás complementos de imitación de marcas de alta costura.

Para incrementar sus ingresos, colocan sus tenderetes en las zonas más turísticas de Palma, ya que los compradores más habituales son viajeros. En la temporada estival se les complica el trabajo. Una gran cantidad de agentes se desplazan estos días a estas zonas para evitar que se produzcan estas actividades ilegales. Los policías llegan en motocicletas o en coches y se van paseando por distintos lugares. Los vendedores actúan en colaboración los unos con los otros.

En cuanto uno de ellos observa presencia policial cercana, avisa a gritos a sus amigos y comienza la estampida. Mientras una familia de turistas sube tranquilamente las escaleras que conducen a la catedral, un grupo de hombres descienden corriendo. Aunque algún visitante se sorprende, en seguida puede intuir, gracias a los sacos que arrastran a sus espaldas, por qué huyen.