La Estación Intermodal cuenta con tan sólo un vigilante de seguridad para todo el complejo. Las imágenes, que obran en posesión de la Policía Nacional, muestran a jóvenes, indigentes y bandas latinas en los pasillos de emergencia de la Estación Intermodal. | Redacción Sucesos

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En los últimos meses, la Estación Intermodal de Palma se ha convertido en una pequeña ciudad sin ley. Peleas, botellones, improvisados afters y hasta bacanales de sexo se esconden tras los muros del recinto.

El servicio de seguridad privada y los agentes del Cuerpo Nacional de Policía han detectado hasta una veintena de servicios de prostitución diarios en los baños de la estación. De hecho, en algunas guías y páginas webs, dicho espacio público viene anunciado como lugar de cruising, actividad sexual en lugares públicos, como parques, playas o descampados, principalmente referido a los varones homosexuales.

Según fuentes próximas a la investigación a las que ha tenido acceso Última Hora, los vigilantes y policías expulsan del recinto una media de dos o tres personas a diario que ofertan servicios de prostitución. Se trata de chicos muy jóvenes que ?venden? su cuerpo por un puñado de euros a hombres, en su mayoría de avanzada edad.

Tras realizar un primer contacto por redes sociales y WhatsApp, el chapero se introduce en uno de los baños y notifica el lugar concreto al cliente. Acto seguido, ambos acceden al interior y consuman el acto sexual. En alguna ocasión, el personal de seguridad ha tenido que intervenir y evitar abusos sexuales, violaciones o intentos de agresión.

La Estación Intermodal cuenta con tan sólo un vigilante de seguridad para todo el complejo. Por su parte, existe otro servicio de seguridad contratado que se encarga de vigilar las estaciones del tren y el interior de los mismos.

La Intermodal se ha convertido en un punto de reunión de jóvenes fugados de Es Pinaret, bandas latinas, indigentes y drogadictos. En los pasillos de emergencia (cuyo paso está prohibido) se aglomeran decenas de chicos para hacer botellón, afters, practicar sexo y ajustar cuentas entre bandas.

Los vigilantes, debido a la peligrosidad y la falta de personal, no patrullan dichas zonas. La realidad es que, desde hace meses, los jóvenes se han apoderado del lugar. Durante las batallas campales no dudaron en arrancar las barandillas y los azulejos para utilizarlos como armas arrojadizas.