Una grabación pone de manifiesto el acoso que sufren los turistas por parte de las meretrices para robarles.

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Punta Ballena se ha convertido con el paso de los años en el punto neurálgico de la marcha, diversión y desfase de miles de jóvenes, especialmente británicos, que acuden a diario a la mayor oferta de ocio y fiesta de Calvià. Ante esta avalancha de turistas ebrios y drogados, la prostitución nigeriana ha tomado el control de las principales zonas turísticas.

Se trata de un negocio muy lucrativo para las organizaciones criminales que mueve grandes cantidades de dinero cada jornada en robos y asaltos. Al tocar el jueves, y hasta el domingo por la noche, algo más de medio centenar de mujeres de color que ejercen la prostitución se lanzan a las calles.

Indignación

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La indignación de los vecinos y comerciantes es total, pero las armas legales con las que cuentan los cuerpos de seguridad son insuficientes. Punta Ballena, Torre Nova, Galeón y la avenida de Magaluf, diferentes aparcamientos de las zonas de ocio y las esquinas de las principales discotecas, son los refugios perfectos para ofertar sus servicios sexuales y perpetrar sus actos delictivos.

Los taxistas del municipio las conocen muy bien y confirman que para evitar ser detectadas, las prostitutas utilizan taxis para desplazarse. «Hay muchos días que las llevamos a Son Gotleu o La Soledat con más de 1.000 euros por cabeza de ‘beneficios’. Han robado seis o siete carteras y ya han hecho el jornal», relata un taxista. A pesar de la movilización vecinal, las mujeres campan a sus anchas. Durante el fin de semana pasado, de 50 a 60 prostitutas atacaron a los visitantes ofertando servicios ‘completos’ por 40 libras, es decir, el precio standard que tienen establecido. Todo ello es una excusa.

El propósito real es abordar a los jóvenes borrachos. Las prostitutas son especialistas en captar la atención de los turistas de la zona, engatusarles y conducirlos hasta algún callejón oscuro. Una vez allí, entre varias de ellas, le propinan una paliza y le roban todo el dinero que llevan encima.

Las mujeres funcionan como grupo organizado y son extremadamente violentas. Los vecinos lo tienen muy claro: «Comenzaron ejerciendo la prostitución, pero ahora son ladronas profesionales. No se cortan ni un pelo. En medio de la calle rodean a los turistas y si no consiguen su objetivo utilizan la fuerza. Hemos visto, en infinidad de ocasiones, agresiones con fuerza extrema. Estamos cansados y hemos decidido grabarlas con los teléfonos móviles y publicar su imagen en las redes sociales», señala uno de los residentes de la zona.